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MALARIA Y VIRUELA EN AVES, MÁS EXTENDIDAS DE LO QUE SE PENSABA

Enfermedades parasitarias de aves de Canarias: un problema olvidado en conservación

A pesar de la escasez de estudios sobre las enfermedades parasitarias en aves canarias, ya son varias las especies del archipiélago en las que se han detectado, entre ellas el alcaraván en el caso de la viruela aviar (foto: Juan José Hernández).
A pesar de la escasez de estudios sobre las enfermedades parasitarias en aves canarias, ya son varias las especies del archipiélago en las que se han detectado, entre ellas el alcaraván en el caso de la viruela aviar (foto: Juan José Hernández).
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Enfermedades parasitarias como la malaria aviar y la viruela aviar están más extendidas de lo que se pensaba entre las comunidades de aves de Canarias. Estudios con especies como el bisbita caminero o la terrera marismeña en Fuerteventura y Lanzarote así lo indican. Pero la información científica disponible es aún demasiado escasa para diseñar medidas eficaces de conservación de poblaciones orníticas afectadas o susceptibles de serlo.

por Juan Carlos Illera, Martina Carrete, David Serrano y José Luis Tella
Las islas son sistemas ideales para el estudio de la ecología y la evolución de las especies. Son extensiones de tierra bien delimitadas por brazos de mar, pero también son atractivas por la relativa simplicidad de las biotas que allí viven: hay menos especies de las que existen en los medios continentales y las interacciones entre ellas también resultan ser menores y más fácilmente comprensibles e interpretables.

Además, la diferente proximidad geográfica de las islas frente al continente, junto a la enorme diversidad de hábitats disponibles, hacen de éstas, y especialmente de las oceánicas (aquellas que nunca han estado conectadas con tierra firme), lugares óptimos para conseguir entender muchos patrones y procesos tanto ecológicos como evolutivos.

El aislamiento con respecto a los parientes continentales, que muchas especies insulares han experimentado desde su llegada a los diferentes archipiélagos, se ha traducido en la formación de numerosas especies y subespecies exclusivas de estas islas. Estos taxones además han ido cambiando con el tiempo, adaptándose a su nuevo hogar tanto desde el punto de vista morfológico, fisiológico, comportamental o demográfico, en la mayoría de los casos facilitado por la ausencia de las presiones selectivas negativas –depredadores y parásitos– que sufrían cuando estaban en el continente.

Las consecuencias de estas adaptaciones son conocidas como síndromes insulares y entre ellas destacan, por ejemplo, la pérdida de la capacidad de volar, el gigantismo y el enanismo, la pérdida de la capacidad de defensa o la reducción en el tamaño de la puesta (1). Muchas de estas características propician que las especies insulares sean especialmente vulnerables a la acción del hombre, tanto directa (caza, alteración o destrucción del hábitat) como indirecta (introducción de especies exóticas).

Un aspecto importante para la conservación y gestión de las especies insulares, pero tradicionalmente no considerado en la investigación científica, es el de los parásitos. Sin embargo, su introducción en islas ha sido relacionada con la extinción o reducción en el tamaño poblacional de numerosas especies (2, 3). Las enfermedades que provocan a las especies insulares pueden estar causadas por uno o más agentes patógenos y sus efectos, devastadores en poco tiempo. De entre el amplio espectro de parásitos exóticos introducidos por el hombre en islas, destacan por su virulencia los responsables de la malaria aviar y la viruela aviar. Es necesario resaltar que ninguna de estas dos enfermedades es transmisible al ser humano.
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