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CUADERNO DE CAMPO

Aves comensales del hombre

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Por Manuel Quintana

Mientras que algunas aves se han sentido perjudicadas o desplazadas por las actividades humanas, otras, por el contrario, han sabido sacarle partido a la vecindad de nuestra especie. Son las que aprovechan nuestras sobras, nuestra basura. Por decirlo de alguna manera, las que se sientan a nuestra opulenta mesa para llevarse las migajas.
Dejando a un lado la domesticación de diferentes animales, desde que el hombre comenzó a vivir en lugares estables, diversas especies de aves se han ido adaptando a su compañía y a aprovechar en diferente grado los nuevos recursos que las sociedades humanas les iban proporcionando. Las primeras especies que se instalaron junto a nuestros ancestros eran aves poco dependientes y que simplemente aprovecharon las edificaciones para construir sus nidos. Aunque algunas, más adelante, se beneficiaron de una mayor riqueza de recursos tróficos. Este es el caso de la lechuza (Tyto alba) o del mochuelo (Athene noctua), que además de soporte físico para nidificar, encontraron una mayor abundancia de roedores en las zonas cultivadas. Otras especies, como la cigüeña blanca (Ciconia ciconia), los tres vencejos del género Apus, la golondrina (Hirundo rustica) y el avión común (Delichon urbica) o el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros), sólo aprovechan la similitud de las construcciones humanas con los roquedos naturales donde anidan, poco frecuentes en algunas zonas. Lo mismo ocurre en otros continentes, con especies similares a las citadas para nuestro entorno (1, 2).

A medida que el hombre avanzaba tecnológicamente, aumentaron también los desechos orgánicos en sus asentamientos. Este nuevo recurso comenzó a ser utilizado cada vez con mayor asiduidad, por más especies y por más individuos. En los basureros modernos, varias especies de gaviotas, la cigüeña blanca, los milanos negro (Milvus migrans) y real (M. milvus), no pocos córvidos e incluso algunos mamíferos sobreviven casi exclusivamente gracias a los residuos urbanos (3). En otros continentes, sobre todo en zonas deprimidas, también es frecuente ver buitres y cigüeñas en los vertederos y cerca de las ciudades. Las especies marinas aprovechan asimismo los recursos humanos, aunque en forma de descartes pesqueros (4), por lo que siguen a los barcos de pesca con insistencia y, desafortunadamente, también corren el riesgo de perecer en sus redes y anzuelos. Se trata, en su mayoría, de especies capaces de sobrevivir sin necesidad de recurrir a tan peligroso recurso, como alcatraces, pardelas, paíños, págalos y gaviotas, pero que se sienten impulsados por la ley del mínimo esfuerzo.

En la actualidad, con ciudades muy desarrolladas y provistas de zonas verdes extensas y muy bien cuidadas, otras muchas especies se han establecido cerca del hombre (1, 2, 5), simplemente porque pueden ocupar un hábitat parecido al suyo o, en algunos casos, incluso más apropiado a sus necesidades. Ciertas aves, sin embargo, sólo se benefician del carácter artificial de estos espacios y los utilizan, por ejemplo, para pasar la noche en dormideros comunales. Este es el caso de los estorninos (Sturnus vulgaris y S. unicolor) o de la lavandera blanca (Motacilla alba), que aprovechan las temperaturas más suaves de las ciudades y posiblemente un mayor grado de seguridad.

Detrás de todas estas aves que se instalan en pueblos y ciudades llegan las rapaces, que se animan incluso a nidificar en edificios urbanos (1, 2). El halcón peregrino (Falco peregrinus) encuentra además una abundante fuente de alimento en las numerosas palomas domésticas (Columba livia) que viven en semilibertad (6, 7).
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