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Lisboa al natural

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Lisboa al natural
Texto y fotos: Rafael Serra
Es evidente que el desarrollo urbano de la capital portuguesa ha alterado las riberas del Tajo y ha dejado sentir su influencia en una amplia zona metropolitana. Pero no faltan rincones donde aún es posible acudir al encuentro con la naturaleza.

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¿Qué puede hacer un naturalista en Lisboa? ¿Cuáles son los mejores lugares para dar rienda suelta a su interés por la flora y la fauna en y desde la capital portuguesa? A menudo yo mismo me he hecho estas preguntas y he ido descubriendo, por mi cuenta y riesgo, algunos lugares indispensables. Por ejemplo, los bosques de Sintra, antiguo retiro veraniego de la realeza portuguesa, y el Cabo da Roca, el punto más occidental del continente europeo, ambos muy cerca de Lisboa. Dentro de la misma ciudad, ya conocía la magnífica colección de palmeras del Jardín Botánico de la Universidad de Lisboa y, por supuesto, el Oceanário construido en el Parque de las Naciones con motivo de la Exposición Universal de 1998.
Pero el pasado mes de junio la oficina de Turismo de Lisboa tuvo la amabilidad de invitar a Quercus a un viaje para periodistas cuyo propósito principal era precisamente poner de manifiesto los elementos más naturales de la capital y su entorno en las regiones de Estremadura y Ribatejo. Una oportunidad inmejorable de recorrer la zona en compañía de expertos y compartir esa lista de lugares ineludibles.
Garzas y flamencos en el estuario del Tajo
La primera mañana estuvo dedicada al estuario del Tajo, uno de los espacios naturales lisboetas más tentadores por su proximidad, pero más difíciles de conocer. Como en otros casos similares, la mejor forma de recorrerlo es en barca, pues desde tierra apenas cabe asomarse al gigantesco mar interior que forma el gran río ibérico cerca ya de su desembocadura. Nosotros embarcamos en el muelle de Santo Amaro, a un paso del gigantesco puente 25 de Abril, pero conviene huir de la orilla norte, pues es una monótona sucesión de zonas urbanas y periurbanas, muy alteradas. Lo más interesante se encuentra justo al otro lado, en el interior de una reserva natural que abarca unas 14.500 hectáreas e incluye varias marismas e islas fluviales. El punto de partida puede ser la localidad de Porto Alto, tras cruzar el Tajo en Vila Franca de Xira, desde donde es fácil alcanzar la punta de Erva y las antiguas salinas de Saragoça. Toda la zona acoge una gran variedad de garzas y, en épocas favorables, importantes concentraciones de anátidas y limícolas. Aquí también está radicada una población invernante de flamenco rosa (Phoenicopterus ruber) cifrada en más de 6.000 ejemplares. Más al sur, otros puntos accesibles por carretera son las localidades de Pancas y Hortas, ambas limítrofes con la reserva natural.
La navegación es complicada en la orilla meridional del estuario, debido a la escasa profundidad del agua y al efecto aún sensible de las mareas, por lo que puede resultar difícil encontrar una compañía que ofrezca el servicio. A bordo de nuestras barcas remontamos unas 40 millas de río, hasta la localidad de Velada. El Tajo se estrecha a partir de Vila Franca y las riberas aparecen cubiertas de espesos sotos. Algunos islotes acogen bulliciosas colonias de garzas, la más visible de las cuales se encuentra frente al pueblecito de Escaroupim. Además de garcetas comunes (Egretta garzetta) y garcillas bueyeras (Bubulcus ibis), aquí crían también las espátulas (Platalea leucorodia), recientemente llegadas desde el Paul do Boquilobo.
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