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Al rico veneno

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Qué afición hay en este país a los venenos! ¡Ni en la corte de los Borgia! Las avionetas fumigan pinares y cultivos, los cebos ilegales siguen cobrándose su cuota de depredadores, cualquier aumento en el número de topillos se salda con una siembra mortífera y, para remate, en estas fechas es fácil encontrarse con siniestros vehículos que riegan con herbicidas los bordes de caminos y carreteras. ¿A qué se debe este afán emponzoñador? Ninguno de los productos utilizados es selectivo, lo que significa que sus efectos se extienden mucho más allá de los organismos que pretenden combatir. Lejos de resolver el problema, crean otro más grave. A menudo, la única coartada para usarlos es que tranquilizan la conciencia de quien los aplica y de quien los autoriza, si es que no se diseminan de forma totalmente irresponsable. Una vez más, nos topamos con un enfoque corto de miras. No es posible abordar conflictos sistémicos con medidas coyunturales, aparte de que tienen una eficacia más que dudosa y entrañan un grave peligro para la salud pública. Los venenos, sean del tipo que sean, terminan en el agua, en el suelo o en el aire, son acumulativos y, tarde o temprano, llegarán hasta nosotros. En otras palabras: estamos siendo envenenados.

En este mismo número de Quercus publicamos un artículo sobre el control biológico de las plagas de topillo campesino en Castilla y León (págs. 50-53). La idea es sencilla: consiste en reforzar las poblaciones de rapaces para que sean ellas quienes ejerzan un control eficaz e inofensivo sobre los roedores. Detrás del proyecto se encuentra el Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa), además de algunos alcaldes perspicaces y ya escarmentados por experiencias previas tan negativas como la del año 2007. Además, en la revista de junio publicaremos otro trabajo que demuestra la inutilidad de las fumigaciones que se están practicando en Andalucía para luchar contra la procesionaria del pino. Si el veneno es caro, peligroso e ineficaz, ¿a qué viene tanto entusiasmo?
Aparte del proyecto Life que encabeza la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Bird-Life) y del supenso general que nos concede WWF (págs. 58-59), el Grup d’Ornitología Balear (GOB) acaba de iniciar una campaña para evitar que se fumiguen los bosques de Menorca. La excusa es acabar con las larvas de otra polilla, Lymantria dispar, sin tener en cuenta que el tratamiento afecta por igual a los demás lepidópteros. Así pues, lo que se pretende en esta isla maravillosa es matar mariposas a cañonazos. No sólo la biodiversidad saldría perjudicada, sino también el bolsillo de los contribuyentes, pues el presupuesto destinado a tal fin asciende a la friolera de 400.000 euros. Un pico en estos tiempos de crisis económica.

El Colectivo Ornitológico Cigüeña Negra (COCN) también está embarcado en una cruzada semejante, esta vez para evitar las fumigaciones aéreas con diflubenzurón, un potente insecticida, en la comarca del Campo de Gibraltar, región clave para el flujo migratorio de aves entre Europa y África. Otras cinco ONG, entre ellas la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA), luchan contra la infausta manía de arrasar lindes y cunetas con herbicidas, al parecer para evitar incendios y alergias. Sin embargo, el producto utilizado, glifosato, solamente seca la vegetación herbácea, lo que contribuye precisamente a aumentar el riesgo de que se prenda y, como cualquiera puede intuir, el porcentaje de polen que se detrae de la circulación es insignificante.

Y luego está el espinoso asunto de las dosis empleadas. Todo el mundo tiende a cargar la mano, con la esperanza de que un tratamiento intenso sea mucho más efectivo. Pero Alejandro Martínez Abraín ya advierte en las páginas siguientes (6-7) que, con frecuencia, “más” no es sinónimo de “mejor”, sobre todo en ecología. Todo sistema tiene una capacidad de absorción a partir de la cual se satura. A una razón tan evidente habría que añadir que “más” tampoco es equivalente a “mejor” cuando lo que se ventilan son sustancias tóxicas y bio-acumulativas. Vistas así las cosas, con un poco de perspectiva, se diría que los ciudadanos están más preocupados por las alergias y las cosechas que por su envenenamiento progresivo, lo cual no deja de ser chocante.

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