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¿A qué especie pertenece?

El misterio del cráneo 15265

Cráneo, mandíbula inferior y otros restos óseos de una cría de pinnípedo clasificada con el número 15265 en las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) de Madrid (foto: M.A. Cedenilla / MNCNM).
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Cráneo, mandíbula inferior y otros restos óseos de una cría de pinnípedo clasificada con el número 15265 en las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) de Madrid (foto: M.A. Cedenilla / MNCNM).
martes 30 de diciembre de 2014, 18:49h
En el número 338 de Quercus, publicado en abril del año pasado, Juan Jiménez se sumergió en los documentos digitales de las hemerotecas españolas en busca de noticias antiguas sobre la foca monje. Pudo así recuperar una buena cantidad de datos olvidados y dispersos. El artículo que sigue procede de uno de ellos, un misterioso cráneo atribuido a una cría de foca monje que se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.

Por Miguel Ángel Cedenilla, Juan Jiménez y Luis Humberto Cappozzo

Hoy, en plena Era Digital y con la biología molecular en auge, podría dudarse de la utilidad de los museos de ciencias naturales e incluso verlos como reliquias del pasado. Sin embargo, juegan un papel fundamental en el conocimiento y la conservación de la naturaleza. Sus colecciones son parte del patrimonio mundial y un recurso de valor incalculable tanto para la investigación como para la educación (1). Las colecciones de Historia Natural surgen en Europa en el siglo XVIII al abrigo de la conciencia ilustrada y con el propósito de inventariar y clasificar la diversidad biológica (2). Proceden de la tradición renacentista de los gabinetes de curiosidades, que pretendían más bien exponer lo anómalo o la monstruosidad, lo freaky en su acepción original inglesa (3). A raíz de la expansión colonial de las potencias europeas en los siglos XVIII y XIX, científicos y exploradores fueron enviados a todos los rincones del mundo para engrosar dichas colecciones con la mayor cantidad posible de especímenes, sin renunciar a métodos que hoy nos parecerían absolutamente reprobables. Este elenco de ejemplares se naturalizaba con el propósito de estudiarlos, clasificarlos y exponerlos para asombro de un público con escasas posibilidades de verlos al natural. Con este mismo espíritu nació también el Museo de Ciencias Naturales de Madrid (4).


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