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¿Cuándo terminará el verano?

lunes 30 de octubre de 2017, 09:44h

Hasta ahora, los incendios forestales eran un tema recurrente para cualquier medio de comunicación durante los meses de verano. Pero, a la vista de lo que está ocurriendo este año, insólitamente cálido y seco, van a convertirse también en protagonistas del otoño. Radios y televisiones abrían sus informativos con los fuegos desatados en el noroeste peninsular durante el mes de octubre, incluidos algunos que compartimos con el vecino Portugal. Un fenómeno que trasciende las fronteras europeas, como pudimos comprobar a raíz de los gigantescos incendios que han asolado California y causado enormes pérdidas materiales, ambientales y humanas.

Temperaturas altas, escasez de precipitaciones y viento fuerte. Conocemos bien la receta necesaria para que se desate un incendio, ya sea provocado o por causas naturales. El fuego es consustancial al estiaje del clima mediterráneo, ya sea en Europa o en Estados Unidos, pero ¿incluso en fechas tan tardías? Ahora debería llover, condición imprescindible para que hablemos de la temporada de setas o de la parada nupcial de los cérvidos. Por cierto, ¿cómo habrán hecho frente a esta nueva y desconcertante situación?

El fenómeno parece global y es tentador achacarlo al cambio climático. Así lo han pensado también nuestros compañeros de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA), que dedican su congreso de este año a la cobertura informativa del cambio climático, considerado como “la noticia más urgente”. Quercus participa en el congreso colaborando en la organización de una mesa redonda titulada Cambio climático y biodiversidad. Comoinvitados, cuatro especialistas en la materia que son también colaboradores de la revista: Fernando Valladares (Laboratorio Internacional de Cambio Global), Regino Zamora (Universidad de Granada), Emilio Laguna (Generalitat Valenciana) y David Vieites (Museo Nacional de Ciencias Naturales), quien además firma la sección fija que dedicamos a uno de los problemas ambientales más acuciantes de nuestro tiempo.

Con sus habituales reflejos, WWF España también ha advertido que los incendios forestales fuera del verano serán la norma en el actual escenario de cambio climático. Algo que ya había destacado en el invierno de 2015-2016, cuando el fuego se cebó en los bosques del norte de España. Aquella máxima de que los fuegos se apagan en invierno, en referencia a las necesarias medidas de prevención, corre el riesgo de convertirse en literal.

El intríngulis se encuentra precisamente en la política forestal, que no hace gran cosa por prevenir los riesgos en aquellos montes que, hace ya muchos años, se denominaron con acierto “butaneros”. Más pendiente de la producción que de la planificación, de la rentabilidad que de la seguridad, no parece capaz de enfocar el problema con acierto. Sobre todo cuando en apenas unas décadas hemos asistido a la deserción en masa del medio rural y, como es lógico, la vegetación espontánea se ha encargado de ir recuperando el terreno perdido durante siglos de explotación agropecuaria. No sería, en cualquier caso, el primer tren que pierden los políticos con responsabilidades en medio ambiente.

De modo que el fuego no es sólo un fenómeno que exige soluciones urgentes, sino el síntoma de un problema mucho más grave que no se afronta con la necesaria amplitud de miras. Llevamos décadas apagando fuegos sin que se haya resuelto, ni por asomo, el problema fundamental de la gestión de los montes. Para eso hace falta tener una visión ecosistémica, holística, integradora. Sobre todo ahora que el verano se ha salido de madre.

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