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Siguen una tendencia generalizada hacia la regresión

SOS por las praderas marinas en la Costa del Sol

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
SOS por las praderas marinas en la Costa del Sol
Por Javier Urra, Pablo Marina y José Luis Rueda

Tres especies de fanerógamas marinas, la posidonia, la seba y la zostera, forman praderas sumergidas a lo largo del litoral malagueño. Sin embargo, estas formaciones vegetales de aguas someras se han visto muy perjudicadas por las actividades humanas, en particular por la pesca de arrastre. Por su elevado valor ecológico y dado que sostienen a una nutrida comunidad de invertebrados y peces, es de rigor velar por su protección y recuperación.
Las praderas de fanerógamas marinas son, sin duda, uno de los ecosistemas más amenazados de nuestro planeta (1). Su pérdida en diferentes regiones conlleva un inevitable descenso de la biodiversidad marina, debido al gran número de especies que dependen de este tipo de hábitat. El incremento de dicha biodiversidad, frente a fondos adyacentes que carecen de vegetación, se debe a la mayor disponibilidad de micro-hábitats que ofrece la mezcla de componentes duros (haces, rizomas) y blandos del sedimento, a los recursos alimenticios (hojas de fanerógamas, microalgas, detritus) asociados con sus diferentes componentes estructurales (haces, sedimento) y al hecho de ofrecer refugio para eludir a los depredadores.

Ante la polémica que suscita la desaparición de estas praderas, cualquier persona puede plantearse las siguientes preguntas: ¿Cuál es la importancia real de las fanerógamas marinas? ¿Son tan decisivas como nos dicen los científicos? ¿De verdad pueden compararse con las selvas y los bosques de tierra firme? ¿No será más importante el desarrollo económico pesquero que estas plantas submarinas? ¿No se tratará todo, al fin y al cabo, de una campaña de los grupos ecologistas?
En el Mediterráneo, las praderas de fanerógamas marinas y, en particular, las de posidonia (Posidonia oceanica), juegan un importante papel en el equilibrio ambiental y en la calidad del medio, que es a su vez la base de la pesca artesanal y del desarrollo turístico. Esto hace que empecemos a preocuparnos por su pérdida y a ser conscientes de los efectos negativos que conllevaría. Es por ello que todos juntos, pescadores, políticos, biólogos y cualquier otro colectivo interesado, deberíamos colaborar y poner nuestro granito de arena en aras de su conservación.

Una vista panorámica de la Costa del Sol
Cuando navegamos por la Costa del Sol (Málaga), lo primero que nos sorprende es la gran cantidad de edificios que salpican toda la franja litoral. Como ocurre en la mayor parte del Mediterráneo español, la costa se ha convertido en el objetivo de promociones inmobiliarias, complejos hoteleros, campos de golf, centros de ocio y puertos deportivos, una gran muralla de cemento al borde del mar. Esta superpoblación y masificación probablemente ha influido de manera directa (construcción de puertos, emisarios) o indirecta (regeneración de playas, sobreexplotación de los recursos pesqueros) en el estado actual de regresión que sufren las praderas de fanerógamas marinas en este amplio sector de la Europa meridional.

El principal impulsor económico de la Costa del Sol es el turismo. Con unos 7 u 8 millones de visitantes al año, esta zona absorbe el 34’7% de los turistas que llegan a Andalucía. Tan alta afluencia se refleja en un incremento de la demanda de pescado fresco y marisco por parte de bares y restaurantes, platos estrella de la gastronomía costera malagueña. Un gran consumo de productos marinos puede suponer, a largo plazo, la sobreexplotación de los recursos pesqueros de esa zona, especialmente cuando los propios pescadores no respetan la legislación vigente y a pesar de contar con una estrategia para gestionarlos. Con el tiempo, la sobreexplotación y el agotamiento de los caladeros tradicionales suele llevar a buscar especies no explotadas anteriormente o nuevas zonas para faenar, más ricas y donde a veces la pesca está prohibida, como ocurre en las pocas reservas marinas que se han declarado en las costas andaluzas. En efecto, el agotamiento de ciertos caladeros ha sido uno de los factores que ha empujado a algunas embarcaciones dedicadas a la pesca de arrastre a faenar en fondos someros (situados a menos de 50 metros de profundidad) y que albergan praderas de fanerógamas marinas, aunque sea dentro de espacios protegidos como el Paraje Natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo, cerca de Nerja.
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