El misgurno, un nuevo pez invasor de las aguas ibéricas

La introducción de especies fuera de sus áreas nativas es, tras la degradación y pérdida de hábitats, una de las más graves amenazas para la conservación de la biodiversidad a escala global (1, 2). En este contexto, los ecosistemas acuáticos continentales se encuentran entre los más intensamente afectados por las especies invasoras y el caso concreto de los peces es especialmente desolador (3). No tenemos que ir muy lejos para buscar ejemplos. Actualmente, la mayor parte de las cuencas fluviales de la península Ibérica albergan más especies foráneas que nativas (4). De forma constante se producen nuevas introducciones de peces que antes nunca habían sido citados en la Península, algunos de los cuales pueden establecer poblaciones en el medio natural y comenzar a colonizar nuevas áreas, pasando a ser especies invasoras en sentido estricto. De hecho, buena parte de las especies invasoras ya establecidas están ensanchando sus respectivas áreas de distribución, tanto al expandirse dentro de las cuencas ya ocupadas como al ser trasvasadas a otras de forma intencionada (5, 6, 7). Esta situación contrasta radicalmente con la de los peces nativos de ríos y humedales ibéricos, con una regresión generalizada de sus poblaciones y más del 80% de las especies catalogadas como amenazadas según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Dicho declive es especialmente preocupante si tenemos en cuenta que más del 90% de las especies nativas de peces continentales ibéricos, además de varios géneros completos, son endemismos exclusivos de la Península (8).