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Una sutil interacción entre aves y plantas

Cuando los búhos reales se convierten en jardineros

Los cuatro firmantes de este artículo con varios pollos de búho real. Arriba, José María Fedriani; en el centro, Pedro J. Garrote y María del Mar Delgado; debajo, Vincenzo Penteriani con los perros Kuu y Karhu.
Los cuatro firmantes de este artículo con varios pollos de búho real. Arriba, José María Fedriani; en el centro, Pedro J. Garrote y María del Mar Delgado; debajo, Vincenzo Penteriani con los perros Kuu y Karhu.
sábado 30 de enero de 2016, 13:14h

Al igual que otras aves, los búhos reales también enriquecen el suelo que se encuentra en las inmediaciones del nido. Además de los excrementos, aportan otras formas de materia orgánica, como plumón y restos de presas no consumidas por los pollos. Todo ello deviene en una forma de abono que se refleja en el desarrollo de las plantas vecinas.

Por Pedro J. Garrote, José María Fedriani, María del Mar Delgado y Vincenzo Penteriani.

Es bien sabido que en la naturaleza se dan muchos procesos sutiles, a veces imperceptibles para el ojo humano, pero de gran importancia para las poblaciones y comunidades de distintos ecosistemas. Algunos de ellos están asociados a la vida de las especies nocturnas, como es el caso del búho real (Bubo bubo). Todos los días, al atardecer, los búhos reales salen a cazar. ¿Quién será la cena de hoy? ¿Un conejo, una rata o una perdiz roja? Cualquiera que sea la presa, en temporada de cría, el búho real la transportará disciplinadamente al nido, donde esperan hasta tres o cuatro hambrientos pollos. Estos voraces vástagos permanecen en el nido un mes y medio, que es cuando alcanzan el tamaño y las condiciones ideales para abandonarlo. El vuelo de los pollos bien podría ser el final de un interesante estudio ornitológico publicado en Quercus. Sin embargo, hemos descubierto que también es el comienzo de otro fascinante capítulo ecológico.

Durante las seis semanas que los pollos permanecen en el nido se acumulan en su entorno inmediato considerables cantidades de heces y restos no digeridos de las presas. ¿Tiene esta acumulación de materia orgánica alguna consecuencia? ¿Podría alterar la composición de los nutrientes del suelo? Y, de ser así, ¿sería relevante para la vegetación? Estas y otras preguntas dieron origen a una curiosa investigación (1) emprendida por un equipo de la Estación Biológica de Doñana en la Sierra Norte de Sevilla, dentro del programa Severo Ochoa para centros de excelencia.

Este contenido es un resumen / anticipo de una información cuyo texto completo se publica en la revista Quercus, tanto en su versión impresa como digital.

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