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Un mecanismo diferente al de los animales

El fenómeno del albinismo en los vegetales

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El fenómeno del albinismo en los vegetales
La mayoría de las plantas obtienen sus nutrientes mediante la fotosíntesis, proceso en el que
interviene un célebre pigmento denominado clorofila. Sin embargo, las plantas albinas
carecen de clorofila y logran sobrevivir. ¿Cómo lo hacen? Las estrategias de las plantas
parásitas, que tampoco tienen clorofila, pueden darnos alguna pista.
El albinismo es una condición hereditaria que en los humanos produce un defecto metabólico por el cual los ojos, la piel y el cabello contienen una cantidad menor y anormal de pigmentos. Los albinos totales, que carecen por completo de ellos, tienen la piel y el cabello de color blanco, así como los ojos de un marcado tono rosado. En casos severos, el albinismo degenera y causa problemas de visión que también se transmiten de padres a hijos.

La causa del albinismo es una deficiencia en la síntesis de las tirosinasas, enzimas encargadas de la formación de melanina en unas células pigmentarias específicas llamadas melanocitos. El albinismo generalizado es fácil de reconocer, pero hay asimismo casos parciales o localizados que afectan a áreas concretas de la piel, a los ojos o a mechones de pelo. Las personas con estas características pueden ser incapaces de reconocerse como albinos. El gen responsable del albinismo es recesivo, de manera que sólo se manifestará si ambos progenitores lo transfieren a su descendencia. Este gen tiene un carácter autosómico recesivo, por lo que no está ligado al sexo ni aparece en todas las generaciones de una familia. En otras palabras, una persona puede transmitir el albinismo a su descendencia sin percatarse de que es portador.

Pero el albinismo no sólo afecta a los humanos, sino que también aparece, aunque raramente, en aves, mamíferos, reptiles, peces y anfibios. En estos casos, los albinos son eliminados por la selección natural, ya que su anormalidad hace que sean vulnerables y fáciles de detectar por los depredadores. No es el caso de los humanos –¡afortunadamente!–, aunque la discriminación esté a la orden del día.
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