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Resultado de un uso etnobotánico ya en desuso

El chopo cabecero, esencia del paisaje turolense

Por Chabier de Jaime y Fernando Herrero

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El chopo cabecero, esencia del paisaje turolense
Durante siglos, los álamos negros han recibido un tratamiento especial en la provincia de Teruel para obtener madera, leña y forraje. Al alcanzar cierta altura eran trasmochados y la misma operación se repetía cada doce o quince años con el fin de aprovechar todos los recursos que proporciona su ramaje: vigas para la construcción, combustible doméstico, un aceptable complemento alimenticio para el ganado lanar y materia prima destinada a pequeñas industrias madereras. El resultado de esta escamonda periódica es lo que se ha dado en llamar un “chopo cabecero”.

En su origen, las riberas de la cordillera Ibérica estarían pobladas por bosques caducifolios mixtos formados por especies como el álamo o chopo negro (Populus nigra), el álamo blanco (P. alba), el fresno (Fraxinus angustifolia), el olmo (Ulmus minor) y diversos sauces (Salix atrocinerea, S. alba y S. eleagnos). Durante siglos, el ser humano ha transformado estos ecosistemas en tierras de labor. Al ser espacios susceptibles de inundarse, las propias orillas de los ríos eran orientadas hacia la producción de madera y de pasto mediante una gestión activa de la cubierta vegetal. El fuego, el hacha y el ganado conducían hacia formaciones abiertas, mientras se seleccionaban o plantaban ciertas especies de árboles a los que se dispensaban cuidados concretos. Este es el caso del chopo negro.

Según reciba un tratamiento u otro, el árbol puede adoptar tres tipologías. Si no existe intervención humana relevante, se habla de chopos “íntegros” o “vírgenes”, ya que el tronco sigue su crecimiento natural. Los “tallares” son aquellos procedentes de árboles íntegros que al ser talados al nivel del suelo producen numerosos rebrotes desde el tocón, que posteriormente serán cortados en turnos de duración variable. Por último, si el tronco se corta a una altura tal que sus brotes no sean accesibles al diente del ganado se habla de árboles “trasmochos” (1, 2). En el sur de Aragón se conoce como “chopo cabecero” al álamo negro sometido a una escamonda periódica para obtener madera, combustible y forraje.
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