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De vuelta a El Origen

Por Alejandro Martínez-Abraín

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El Origen de las Especies
El Origen de las Especies
Sucesivas ediciones de El Origen de las Especies fueron revisadas por Darwin para ampliar conceptos o responder a las numerosas reacciones que provocó su obra en la Inglaterra victoriana.
Darwin se pasó más de veinte años (desde su regreso del viaje del Beagle en 1836 hasta la publicación de El Origen en 1859) trabajando en una gran obra a la que él se refería como “el gran libro” (the big book). Tras recibir la famosa carta de junio de 1858 firmada por Wallace, en la que sorprendentemente su compatriota relataba a Darwin el hallazgo de un mecanismo evolutivo casi idéntico a la selección natural, éste se vio forzado a, primero, promover un anuncio público y conjunto del descubrimiento ante la Linnean Society de Londres y, segundo, a redactar una especie de resumen apresurado y denso de su gran libro. Ese resumen, escrito por necesidad, con prisas y a disgusto, fue lo que se acabó conociendo como El origen de las especies por medio de selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida.

En vida de Darwin llegaron a publicarse hasta seis ediciones de El Origen y en cada una de ellas el autor introdujo numerosos cambios para añadir puntualizaciones que no había podido hacer debido a las prisas de la primera edición y, sobre todo, para defenderse de las críticas que iban surgiendo por el camino. Por ejemplo, en la frase final de la primera edición de El Origen, aquella de “hay grandeza en esta visión de la vida” que popularizara Stephen Jay Gould, no hay referencia alguna a un creador que insuflase su aliento en ninguna fase del proceso de transmutación de las especies, pero esa figura sí aparece en ediciones posteriores. En cualquier caso, la adición que resultó más dañina, con diferencia, para la correcta comprensión del mensaje darwinista tuvo lugar en la quinta edición de El Origen (1869), de la que se imprimieron 2.000 copias. Por influencia de Herbert Spencer, sociólogo británico del XIX, Darwin incluyó por primera vez la desafortunada idea de que la selección natural consiste en la supervivencia de los más aptos (“the survival of the fittest”). Desde ese momento la definición de selección natural se convirtió en una tautología lógica, ya que si los más aptos son los que sobreviven y la selección natural es la supervivencia de los más aptos, tenemos que colegir que la selección natural es la supervivencia de los supervivientes, lo cual es como no decir nada.

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