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La población reproductora oscila entre quince y treinta parejas

Tarro canelo: el pequeño ganso del desierto se hace canario

Por Juan José Ramos y César-Javier Palacios

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Tarro canelo: el pequeño ganso del desierto se hace canario
El tarro canelo, una de las tres anátidas más amenazadas de España, ha encontrado en las islas Canarias un nuevo territorio de colonización. Llegado desde las vecinas costas saharianas, en apenas quince años se ha convertido en una especie habitual en Fuerteventura y ha comenzado a criar en otras islas más occidentales como Gran Canaria y Tenerife. Sin embargo, su fuerte dependencia de las charcas artificiales, unos años de dura sequía y la carencia de unos mínimos planes de gestión están poniendo en grave peligro a la que, hoy por hoy, es la única población nidificante de tarro canelo en toda España.

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Una de las primeras veces que visitamos el desierto del Sahara, al sur de Marruecos, al preguntar a un camellero por los pájaros que podíamos ver en aquella zona, su respuesta nos dejó extrañados: “Aquí se ven las aves que trae la lluvia”, nos dijo con una sonrisa.

En ese momento no logramos entender el significado de la frase, pero hoy en día, después de estudiar las aves del desierto y conocer mejor la fauna de las islas orientales del archipiélago canario, hemos logrado descifrar el enigma de nuestro amigo saharaui. En las zonas desérticas el agua es vida; hay momentos en que, cuando todo está casi perdido, se nubla el cielo, comienza a llover y la naturaleza resucita con esplendor inusitado. En algunos puntos del Sahara se forman lagos estacionales de importantes dimensiones, como la laguna de Merzuga en Erachidia o el gran lago de Khnifiss cerca de Tarfaya. Estas zonas atraen la atención de miles de aves, algunas de ellas migratorias que las usan como lugar vital para descanso y alimentación en su fatigado viaje entre Europa y el África ecuatorial, pero otras las convierten en estacional territorio de nidificación.

Una de esas aves del desierto que llegan con la lluvia es el tarro canelo (Tadorna ferruginea), una especie de amplia distribución mundial, globalmente no amenazada y que acaba de engrosar la reducida lista de especies nidificantes de Canarias. En África ocupa una discontinua franja al sur del Atlas que se extiende por el este hasta las tierras altas de Etiopía, y su población, actualmente en declive, se estima en algo más de 2.500 aves. Se encuentra asimismo presente en el sureste europeo (20.000 aves) y tiene sus mayores poblaciones en Asia centro-occidental (1). En el ámbito de la Unión Europea está considerada como “Rareza” y se han registrado observaciones puntuales en diferentes países, especialmente del sur de Europa. Además, existen poblaciones de aves escapadas de cautividad en algunos puntos de Francia, Inglaterra y Alemania (2).

Aunque se trata de una especie básicamente migratoria, la población africana de tarro canelo se comporta como sedentaria, si bien realiza importantes desplazamientos nómadas relacionados con la disponibilidad de agua y alimento a lo largo de todo el Sahara y las regiones montañosas limítrofes. En las zonas desérticas de Marruecos sólo cría en los años húmedos, cuando se llenan las lagunas estacionales, para trasladarse a los lagos de montaña del Atlas durante los meses más calurosos y secos del año. Se le observa habitualmente en lagos, lagunas, prados encharcados, embalses y presas con zonas despejadas de árboles, pero puede aparecer también en cualquier lugar con agua dulce o salobre, desde el nivel del mar hasta los 4.500 metros de altitud. Normalmente se mueve en parejas o en pequeños grupos, aunque en invierno se reúne en bandos y llega a formar grandes concentraciones de miles de ejemplares en el entorno del mar Negro (1, 3, 4).

En la España continental sus poblaciones locales, ahora extintas, se nutrían de las norteafricanas, de donde se supone procedían los más de 500 ejemplares que todos los inviernos recalaban en las marismas del Guadalquivir hasta mediados del siglo pasado. Pero en la actualidad, con el declive de la población marroquí y la alteración de los humedales españoles, la especie ha desaparecido como reproductora e invernante. Sin embargo, de forma esporádica se observan algunos individuos divagantes por toda la Península, preferentemente en invierno, siempre sin seguir un patrón fenológico concreto y con la sospecha de que sean aves cautivas escapadas. Aunque tampoco se descarta la arribada de pequeños grupos de tarros silvestres desde Marruecos en la época post-nupcial (5).
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