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Víctimas notorias del cambio climático

Guardianes del Gran Norte

Por Isaac Vega

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El mayor y menos fragmentado entorno de todos los espacios habitados de la Tierra, el Ártico, es al mismo tiempo uno de sus ambientes más frágiles. Acosado por la explotación de los recursos pesqueros y energéticos, sus guardianes naturales están empezando a sentir el impacto del calentamiento global. Junto al deshielo, la puntilla para algunas poblaciones y especies amenazadas podría llegar a través de la hibridación con parientes llegados desde el sur.
El Ártico, también conocido como Gran Norte, comprende una vasta región de 30 millones de kilómetros cuadrados donde se alternan mares helados, fiordos, tundras, glaciares, témpanos de hielo y nieve... La temperatura media en invierno ronda los 40 grados bajo cero. El océano Ártico es la más pequeña de las cinco grandes masas de agua mundiales e incluye mares como los de Barents, Beaufort, Chukchi, Siberia Oriental, Groenlandia, Kara y Laptev; bahías y estrechos, como el de Hudson, y canales eventuales como el célebre Paso del Noroeste. Un océano cubierto de masas de hielo a la deriva, salpicado de archipiélagos y rodeado por las masas continentales de Asia, Europa y Norteamérica. La región depende administrativamente de los gobiernos de ocho países: Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Federación Rusa y Estados Unidos. Es el hogar de millones de personas, la mayoría comunidades indígenas, y sus entrañas atesoran un impresionante supermercado de recursos pesqueros y energéticos (gas y petróleo). Sus glaciares almacenan la mayor reserva mundial de agua dulce y, para los amantes de la vida, es el último paraíso para un sinfín de especies irrepetibles.

Guardianes del último bastión helado
El todavía casi prístino Gran Norte es el mejor y último bastión para multitud de especies. Una increíble red ecológica que pende de un frágil equilibrio basado en la adaptación al hielo: desde el fitoplancton (base de la cadena trófica marina) hasta los grandes (ballena de Groenlandia, ballenas francas) y pequeños (belugas) cetáceos. Aquí también viven animales casi mitológicos (narvales), numerosas especies de focas, grandes herbívoros migradores (caribúes o renos) y, cómo no, multitud de aves.

Entre las aves hay algunas tan impresionantes como el pigargo gigante o de Steller (Haliaeetus pelagicus), que se encuentra en franco declive (menos de 2.000 parejas según BirdLife), está catalogado como vulnerable por la UICN y sus poblaciones más norteñas anidan en la península de Kamchatka y en las costas del mar de Okhotsk (Federación Rusa). O el búho nival (Nyctea scandiaca), que vive en la tundra y constituye uno de los mejores métodos de control natural (sin veneno de por medio) para mantener a raya a las cíclicas explosiones de lemmings. Otras son grandes viajeras y, cada año, miles de aves recorren largas distancias desde y hacia el Ártico. Pero ninguna como el incombustible charrán ártico (Sterna paradisaea). Durante el invierno boreal se desplaza a sus cuarteles de descanso antárticos y, barruntando la primavera, regresa a sus territorios de cría árticos, protagonizando la migración más larga conocida, en un periplo anual que supera los 70.000 kilómetros. Con apenas 100 gramos de peso, cuando un adulto de 34 años dé su último aleteo, habrá recorrido tres veces la distancia que separa la Tierra de la Luna.

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