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RESULTADO SATISFACTORIO DE UNA CAMPAÑA DE DESRATIZACIÓN AÉREA, PIONERA EN NUESTRO PAÍS

Sa Dragonera, la mayor isla mediterránea (posiblemente) libre de roedores

Ejemplar de rata negra (Rattus rattus), principal especie a erradicar de Sa Dragonera (foto: Miguel McMinn)
Ejemplar de rata negra (Rattus rattus), principal especie a erradicar de Sa Dragonera (foto: Miguel McMinn)
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Los raticidas anticoagulantes son un tipo medianamente selectivo de veneno, cuyo uso tiene un determinado coste ambiental. Por eso, sólo son admisibles en proyectos bien diseñados, basados en suficientes estudios previos y con un previsible balance positivo. La desratización de islas, practicada en muy diversos archipiélagos del mundo, es un buen ejemplo de este uso prudente y adecuado. La campaña desarrollada en Sa Dragonera en 2011 ha sido un caso interesante, ya que se ha utilizado por primera vez en nuestro país la dispersión aérea del producto, único método que hace posible desratizar una isla de su extensión y relieve.

por Joan Mayol, Martí Mayol, Miguel McMinn,
Ana Rodríguez, Oriol Domenech y Joan Oliver
Las ratas y otros roedores introducidos son uno de los mayores problemas de conservación en muchísimas islas repartidas por todo el mundo. Desde hace siglos, estas especies se han difundido con gran éxito gracias a la navegación: balsas, veleros y vapores han estado tradicionalmente infestados de roedores que alcanzaron así las islas más remotas, donde no existían depredadores que contuvieran su explosiva capacidad demográfica. Los cambios que generan son muy importantes, ya que, al irrumpir en ecosistemas simples y vulnerables, como los insulares, su acusada omnivoría lo altera todo: consumen semillas y brotes, roen cortezas, depredan sobre invertebrados y destruyen las puestas y los pollos de muchas aves (1-3).

Un ejemplo clásico de la magnitud de esta catástrofe es el protagonizado por varias islas del Pacífico, incluida la de Pascua (Chile), cuyos ecosistemas forestales colapsaron por efecto de los roedores (4). En realidad, los roedores impidieron la regeneración de los bosques que ya habían sido explotados por los polinesios. Así que la deforestación hay que achacársela al efecto combinado de ratas y primates. Incluso en islas tan grandes como Nueva Zelanda se han producido cambios muy drásticos a causa del kiore o rata de la Polinesia (Rattus exulans), introducida por los maoríes (5). En resumen, los mamíferos introducidos en islas son el factor de extinción de especies más importante de la biosfera, superior incluso a las producidas por la especie humana.

Por este motivo, la restauración biológica de las islas se considera una prioridad en la conservación mundial. Los primeros proyectos de reducción de poblaciones de ratas en aras de la conservación fueron desarrollados en los años cincuenta por conservacionistas franceses en la Bretaña (6). Posteriormente, en los años sesenta, los neozelandeses consiguieron desratizar por completo algunas islas, desmintiendo así la conclusión de un seminario sobre ratas que había calificado de imposible semejante objetivo. Actualmente, se han llevado a cabo no menos de 284 desratizaciones con éxito (7) en islas de extensión muy variable (Cuadro 1), la mayor de las cuales es Campbell, en Nueva Zelanda, con una superficie de 113 kilómetros cuadrados (8).
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