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La efímera amapola

Las amapolas (Papaver rhoeas) han desarrollado numerosas ventajas adaptativas que favorecen tanto el crecimiento rápido como la alelopatía, o capacidad para desplazar a posibles plantas competidoras.
Las amapolas (Papaver rhoeas) han desarrollado numerosas ventajas adaptativas que favorecen tanto el crecimiento rápido como la alelopatía, o capacidad para desplazar a posibles plantas competidoras.
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Aunque es una escena que se repite todos los años, la aparición repentina de las amapolas nunca nos deja indiferentes. Su llamativa explosión bermeja inunda terraplenes y campos de cultivo, a los que confiere una apabullante belleza. Sin embargo, pocos saben que la amapola se escuda en innumerables tretas y secretos para sobrevivir.

por J. Ramón Gómez
ramongomez@herbanova.es
NO CABE DUDA DE QUE LA AMAPOLA (Papaver rhoeas) se aprovecha de las buenas prácticas del agricultor para medrar, por lo que ha sido históricamente vilipendiada. Pero también ha habido quienes supieron apreciar sus mejores cualidades, lo que ha hecho que fuera valorada en farmacopea y se le dieran muchas otras utilidades. No hay más que reparar en sus numerosos nombres vulgares para captar la importancia que ha tenido siempre para el hombre. En la península Ibérica, sin ir más lejos, se han contabilizado hasta sesenta denominaciones. Algunos nombres castellanos, como “ababol” o “amapol”, derivan de su nombre más común, “amapola”. En catalán se la conoce como rosella y gallaret; en gallego como mapoula, papoula, ababa y buxaga; en vasco como emapola, lobedarra, melingorri y mitxoleta; y en portugués como papoula.

Pero, de todos sus nombres vulgares, quizá sea “frailes y monjas” el que más destaque. Hace referencia a un antiguo juego que consiste en adivinar el color de los pétalos aún sin formar, “monjas” si son blancos y “frailes” si son rojos (1). El nombre dado por los científicos, Papaver rhoeas, es muy diferente y delata su pertenencia a la familia de las Papaveráceas. El nombre genérico proviene de papaver, término latino de origen celta cuyo significado era “papilla”, en alusión al uso que se le daba para hacer dormir a los niños. El específico rhoeas procede del nombre de esta planta en la Roma clásica.
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