www.revistaquercus.es

¿FAVORECE EL TRABAJO DE CAMPO LA DEPREDACIÓN DE NIDOS?

La influencia de los ornitólogos en las aves que estudian

Encinares en la Loma del Maitena, dentro del Parque Natural de Sierra Nevada (Granada), zona donde habita una variada comunidad de depredadores capaz de presionar sobre los nidos de mirlo (foto: Juan Diego Ibáñez).
Encinares en la Loma del Maitena, dentro del Parque Natural de Sierra Nevada (Granada), zona donde habita una variada comunidad de depredadores capaz de presionar sobre los nidos de mirlo (foto: Juan Diego Ibáñez).
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
A los ornitólogos les preocupa desde hace tiempo que sus actividades investigadoras puedan afectar al éxito reproductor de las aves. La sospecha tradicional es que su mera presencia tiende a incrementar la depredación de los nidos que estudian. Un reciente trabajo de campo sobre el mirlo común en Sierra Nevada ha aportado evidencias en contra de esta hipótesis.

por Juan Diego Ibáñez-Álamo y Manuel Soler
Las perturbaciones causadas por el ser humano son el problema de conservación más acuciante al que se enfrenta nuestro planeta. De hecho, los científicos llevan muchos años tratando de desvelar el impacto de las actividades humanas sobre el medio ambiente, no sólo con afán de conocimiento, sino también con propósito de enmienda. Pero los investigadores somos humanos, lo que nos lleva a la siguiente e inquietante pregunta: ¿y si los científicos, por el mero hecho de desempeñar su trabajo, estuvieran provocando un considerable impacto negativo?
El primero en abrir esta caja de Pandora fue el físico alemán Werner Heisenberg cuando, a comienzos del siglo pasado, enunció su famoso “principio de incertidumbre” (1). Heisenberg estableció, a grandes rasgos, que la intromisión del científico puede alterar los resultados de sus investigaciones. Es lo que se conoce vulgarmente como “efecto investigador”. El principio de incertidumbre abrió un importante debate en el campo de la física sobre la fiabilidad de la metodología utilizada y, por lo tanto, de las conclusiones obtenidas a raíz de las investigaciones científicas. La discusión se extendió rápidamente a otras disciplinas, entre ellas la biología (2), aunque tuvieron que pasar algunos años hasta que los ornitólogos se percataran de otro posible problema derivado del efecto investigador: podían estar perjudicando a las especies que estudiaban.

En efecto, en el curso de algunas investigaciones sobre aves marinas, como el pelícano pardo (Pelecanus occidentalis) y el frailecillo coletudo (Fratercula ci-
rrhata), se detectó que los individuos de las colonias más perturbadas por los científicos tenían un éxito reproductor bastante menor, debido sobre todo a un aumento de la depredación en sus nidos (3, 4). El efecto negativo de los investigadores hizo saltar las alarmas entre los ornitólogos, que propusieron numerosas alternativas metodológicas para reducir su impacto. Además, abrió un debate crucial sobre la viabilidad de estudiar especies amenazadas para profundizar en su biología e intentar mejorar así su estado de conservación. Sería el colmo que, con la intención de obtener esa información tan relevante, se las estuviera perjudicando.

Hemeroteca
Quercus 313 (marzo 2012)
Ref. 5301313 / 3’90
• El efecto investigador. Alejandro Martínez-Abraín.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (3)    No(0)

+
0 comentarios