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Ecomorfología y comportamiento

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Algunos rasgos sutiles, como la longitud de las plumas de la cola o un menor
peso corporal, pueden marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, entre la
desaparición y la supervivencia. Una forma de estudiar esas características
morfológicas, que resultan claves, es a través de su reflejo
en el comportamiento de las aves.
El comportamiento animal depende de multitud de factores, como el tipo de hábitat, la competencia intra e interespecífica, la presión de los depredadores y la presencia de organismos parásitos o patógenos. También puede cambiar según la estación del año y las condiciones climáticas. Sin embargo, no todas las especies ni todos los individuos responden de la misma manera ante idénticos factores. Dichas respuestas, las decisiones que toman o pueden tomar, la conducta –en definitiva–, depende en buena parte de las características fenotípicas. Este fenotipo puede dividirse, a su vez, en aspectos morfológicos y fisiológicos.

El diseño morfológico de un animal, es decir, rasgos como su tamaño, musculatura, forma del cráneo, longitud de las patas y del pico o relación entre las distintas partes del cuerpo, condiciona el tipo de actividades que puede realizar, los recursos a los que puede acceder, la habilidad con la que puede utilizarlos y, en definitiva, su eficacia. Entre otros, dichos recursos pueden ser el alimento, un lugar para anidar y el acceso a una pareja para reproducirse. Además, hay que tener en cuenta las características fisiológicas de cada individuo, por ejemplo, tolerancia a determinados hábitats, resistencia a enfermedades y gasto metabólico.
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