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¿Una nueva política del agua?

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Para el Ministerio de Medio Ambiente, las
desaladoras que se están construyendo en el Sureste Ibérico son la alternativa blanda al malogrado trasvase del Ebro. Respiramos
con alivio porque ya no habrá obras de gran impacto para traer agua a la región más árida
de Europa desde distancias lejanas. Pero si nos preguntamos para qué va a servir el
agua desalada, surge la idea inquietante
de que, después de todo, nada en

el fondo ha cambiado.
El pasado 8 de marzo asistí a una conferencia que Cristina Narbona, ministra de Medio Ambiente, pronunció en Alicante bajo el título de Una nueva política del agua para la España del siglo XXI. Cuando la ministra acabó su discurso, comenzaron las intervenciones del público asistente, muchas de ellas centradas en denunciar la destrucción del territorio causada por la proliferación incontrolada de urbanizaciones en las comarcas alicantinas, murcianas y almerienses. Comarcas favorecidas por un clima benigno, que puede atraer masivamente a miles de jubilados del centro y el norte de Europa, invitados a gozar de un supuesto retiro de oro en forma de vivienda turística adosada al correspondiente campo de golf.

Sólo hay un pequeño problema: es un territorio donde no llueve lo suficiente como para garantizar, desde el punto de vista del abastecimiento hídrico, la viabilidad de esta enorme operación especulativa. Tanto es así que, como ha sido ya tantas veces denunciado, el trasvase del Ebro, ya felizmente derogado por el actual Gobierno, tenía como objetivo fundamental traer agua para esta ofensiva urbanística.
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