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Cómo conservar una especie a través de la cooperación internacional

La foca monje y los pescadores artesanales mauritanos

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
La foca monje 
y los pescadores 
artesanales mauritanos
Científicos y organismos españoles colaboran estrechamente para hacer compatible la pesca artesanal en las costas de Mauritania con la supervivencia de la última gran colonia
de foca monje que existe en el mundo, situada en
la península de Cabo Blanco.
Mientras Thierry seguía insistiendo –“Que sí Pablo, que un ‘foco’ ha mordido en las mismas nalgas a un amigo mío”–, yo intentaba hacerle comprender que no era muy apropiado llamar “foco” a un macho adulto de foca monje (Monachus monachus). Ante los detalles desconcertantes de la historia de Thierry, un canario afincado en Nouadhibou (Mauritania) y propietario de un pequeño y acogedor hotel, decidí profundizar en tan curioso suceso, sobre todo porque no tenemos constancia de agresiones de focas monje a humanos dada la naturaleza tremendamente pacífica de este animal. Así pues, fui a ver a George, un ghanés tan grande como dos armarios roperos juntos y de piel más oscura que un tizón, que amablemente me confirmó todo lo sucedido, mostrándome incluso las pruebas inequívocas que habían dejado los colmillos de la foca en sus posaderas.

El hecho tuvo lugar en la Reserva Satélite de Cabo Blanco, dependiente del Parque Nacional de Banc d’Arguin (Mauritania), donde dos machos adultos de foca monje defienden sendos territorios acuáticos costeros. La zona es relativamente accesible, por lo que George se introdujo en el agua para darse un baño en un día de intenso calor. Estaba nadando cerca de la costa cuando sintió el mordisco, vio a la foca y regresó a la playa tan rápido como pudo. Posiblemente, el macho de foca monje confundió a semejante bulto negro con un congénere y reaccionó en consecuencia, al interpretar el suceso como una invasión de su territorio. A diferencia de las hembras y los subadultos, cuyo pelaje es grisáceo, los machos adultos de foca monje son de color negro y pueden alcanzar los 2’5 metros de longitud y los 280 kilos de peso. Las cuatro incisiones poco profundas que le quedaron a George, recuerdo del encuentro, indicaban claramente que no había sido un mordisco agresivo, sino más bien un pequeño aviso, un “oye, que aquí estoy yo”. Lo que no sabía nuestro amigo es que el “foco” tiene nombre, Amrigue (“pescador” en lengua hassaniya), que se quedó huérfano de pequeño y que fue rescatado, rehabilitado y liberado en 1997 con un transmisor vía satélite para seguir sus evoluciones en libertad. Desde hace dos años se ha asentado en la Reserva de Cabo Blanco. Tampoco sabía el bueno de George que si Amrigue hubiera sido un animal agresivo, el desenlace del encuentro hubiera resultado verdaderamente trágico, pues la cabeza y la dentadura de un macho de foca monje se parecen a las de un oso pardo.
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