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La batalla del agua

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Entre el 17 y el 20 del pasado mes de junio se celebró en Sevilla el Foro Internacional de la Sequía. Los resultados, como suele ocurrir en estos casos, fueron bastante protocolarios: muchos buenos propósitos y muy pocos resultados prácticos. Las conclusiones del foro contienen argumentos que podría suscribir cualquier organización ecologista. Por ejemplo, se considera insostenible “consumir toda el agua que fluye por los ríos al mar”, una evidencia para cualquier estudiante de Ecología que sigue pasando desapercibida a políticos, ingenieros, constructores y regantes. El documento también otorga prioridad a los abastecimientos urbanos en caso de escasez de agua –en detrimento, se supone, de los usos agrícolas e industriales–, recomienda una mejor gestión de los recursos y reconoce, literalmente, que “unos ríos bien conservados son una herramienta imprescindible para minimizar el efecto de las sequías.” Impecable, como siempre, en el plano teórico. Lástima que la realidad sea tan tozuda y se empeñe en marcar otros derroteros. ¿Qué ocurrirá con las prometedoras conclusiones del Foro Internacional de la Sequía? Podemos apostar a que pasarán a ese siniestro cajón que tienen todas las Administraciones públicas para archivar las declaraciones que no obligan a nada, los saludos al sol.

Otro candidato al polvo y las telarañas es el reciente informe de Naciones Unidas según el cual entre 100 y 200 millones de personas podrán verse afectadas por la desertificación en el África Subsahariana y las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central. Una consecuencia inevitable de este problema es el desplazamiento de miles de subsaharianos hacia el norte de África y Europa, lo que pone de manifiesto el indudable componente ambiental de los fenómenos migratorios, aunque rara vez se considere al analizarlos. El estudio calcula que unos 50 millones de personas podrían verse forzadas a huir de la sequía en los próximos diez años.

Por su parte, las organizaciones ecologistas siguen denunciando detalles de esa terca realidad a la que antes aludíamos. Con motivo del Día mundial de lucha contra la desertificación y la sequía, celebrado el pasado 17 de junio, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF/Adena hicieron público un comunicado conjunto en el que aseguran que el Plan Especial del Alto Guadiana (PEAG) contribuirá a desertificar La Mancha húmeda. Con el caramelo por delante de recuperar el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real), en calamitoso estado de colapso, el PEAG mantendrá activo el trasvase Tajo-Segura y consolidará de hecho los 60.000 pozos ilegales que han esquilmado los acuíferos manchegos. Las cifras son elocuentes: La Confederación Hidrográfica del Guadiana admite que los 2.000 expedientes que ha abierto están paralizados y que solamente han cerrado seis pozos en el último año. Los regadíos del alto Guadiana utilizan el 93% del agua disponible, lo que los convierte en los más onerosos de España. Buena muestra de ello es que el propio Guadiana ha dejado de nacer en los célebres Ojos, convertidos desde hace años en un maizal, y que, de seguir así las cosas, tampoco nacerá ya en las Tablas de Daimiel.

Ahora que los partidos políticos empiezan a preparar sus programas electorales, ¿sería muy descabellado proponerles que asumieran las conclusiones del Foro Internacional de la Sequía, aprobadas con todos los parabienes oficiales? Ya sabemos para lo que sirven los compromisos electorales, pero sería otro pequeño avance en el buen camino.

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