Como muchos otros mamíferos, los erizos son animales de hábitos nocturnos. Además, dado que su tamaño es relativamente pequeño y tienden a ser discretos, no resulta nada fácil dar con ellos. Por desgracia, la forma más frecuente de tropezarse con un erizo es después de que haya sido atropellado, a plena luz del día y sobre el asfalto, donde las púas de su defensa pasiva no sirven de gran cosa ante la intensidad del tráfico rodado. En consecuencia, para estudiar erizos hay que salvar algunas dificultades preliminares.
Sergi García y sus compañeros de Galanthus (
www.asgalanthus.org) llevan desde el año 2006 interesados en la biología de los erizos y han ido depurando un curioso sistema de trabajo. Para localizarlos durante el crepúsculo o incluso en plena noche, se valen de un insólito colaborador, un perro especializado en seguir su rastro y que responde al nombre de Arboç, “madroño” en catalán. Una vez localizados, el objetivo es marcar a algunos ejemplares para poder controlar sus movimientos mediante el método de captura y recaptura. Unos pocos están equipados con pequeños emisores de radio, así que basta con detectar su señal mediante una antena y un aparato receptor. Los demás se identifican con simples manchitas de pintura estratégicamente distribuidas por las púas del dorso.
Pues bien, para presenciar sobre el terreno la búsqueda y el marcaje de un erizo me desplacé hasta Barcelona el pasado mes de junio, cuando la firma inglesa que los fabrica pudo facilitar por fin el primer radio-emisor de este año adaptado a tan peculiar soporte. Allí me recibió Sergi García y lo primero que hicimos fue reconocer el terreno de estudio a la luz del día. Para ello nos trasladamos al Parque Agrario del Bajo Llobregat (
www.diba.es/parcsn/parcagrari), situado al sur de Barcelona, una especie de oasis que trata de mantenerse a flote ante los embates del crecimiento urbano y una cada vez más densa red de infraestructuras. El objetivo primordial del parque agrario es apoyar a los propietarios que se resisten a abandonar las 3.000 hectáreas de tierras de cultivo situadas entre la ciudad y el aeropuerto de Barcelona, el 25% de las cuales están dedicadas a la producción de alcachofas. Pero también hay espacio para las rapaces aliadas del agricultor y para los erizos, que los payeses conocen y respetan. La masía de Can Comas es la sede administrativa del parque y allí se cocinan todas las iniciativas relacionadas con la promoción de los productos de la huerta, incluida la Pota Blava, una raza autóctona de gallina. Sònia Callau nos explica, ante una gran fotografía aérea del espacio protegido, los diferentes usos del terreno y la zona donde Galanthus desarrolla su proyecto de seguimiento de los erizos. Se encuentra en el extremo meridional del parque agrario, delimitado por dos carreteras, una al norte y otra al sur, el canal de remo construido con motivo de las Olimpiadas de Barcelona en 1992 y la Riera dels Canyars, una de las ramblas por las que discurre el cauce bajo, varias veces alterado, del río Llobregat. Resulta muy curioso que, por encima del aeropuerto de El Prat, domine el erizo común o europeo (Erinaceus europaeus), mientras que más al sur y hacia la costa se vea sustituido por el erizo moruno (Atelerix algirus), de distribución norteafricana y mediterránea. El mismo tipo de exclusión parece darse en comarcas adyacentes, hay erizos europeos en El Maresme, al norte, y morunos en El Garraf, al sur. Aclarar esta distribución diferenciada es uno de los objetivos del estudio emprendido por Galanthus.
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