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Los paisajes agrarios se reivindican

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Por Elena D. Concepción y Mario Díaz

La Unión Europea intenta proteger la biodiversidad de la intensificación agrícola con medidas agroambientales. Pero su eficacia está condicionada por la calidad del paisaje. Un estudio realizado en Castilla-La Mancha incide en la importancia de mantener hábitats naturales y seminaturales en zonas cultivadas.
La intensificación de la agricultura tiene efectos sobre la biodiversidad a dos escalas espaciales: la de campo de cultivo y la de paisaje agrario. En la primera, influyen el uso creciente de fertilizantes y fitosanitarios, así como la alta mecanización de las prácticas agrícolas. En la segunda, la sustitución de la mayoría de tipos de hábitats por campos cultivados ha producido una enorme simplificación de los paisajes agrarios.

La agricultura moderna también provoca uniformidad temporal: los periodos no productivos se acortan y se da una sincronización en las tareas agrícolas que reduce la heterogeneidad entre los campos de cultivo, importante para mantener la diversidad de especies.

En los paisajes agrícolas, esta heterogeneidad la proporcionan los hábitats no cultivados, tales como bordes de los campos de cultivo, lindes, matorrales, arbustos y barbechos, que satisfacen una serie de necesidades de los organismos, por ejemplo, refugio, alimentación y nidificación.

Además, las islas de hábitat natural o seminatural actúan como corredores de dispersión o islas dentro de la matriz de cultivos, permitiendo tanto el movimiento de los organismos como el mantenimiento de poblaciones en los paisajes agrícolas. El artículo La creación de islotes forestales en tierras de cultivos, publicado en Quercus 270 (págs. 22 a 26) incidía en este punto.
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