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Tribuna

Sobre el intercambio de lagartos gigantes entre El Hierro y La Gomera

Lagarto de La Gomera en su hábitat. Al fondo y a la derecha se divisa un sector urbanizado del municipio de Valle Gran Rey (La Gomera). Foto: Jim Pether.
Lagarto de La Gomera en su hábitat. Al fondo y a la derecha se divisa un sector urbanizado del municipio de Valle Gran Rey (La Gomera). Foto: Jim Pether.
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
El previsto intercambio de lagartos gigantes entre El Hierro y La Gomera no solo es insuficiente para la conservación de estos reptiles amenazados de Canarias. Juntar dos especies evolutivamente tan próximas supone un gran riesgo para ambas. ¿No sería mejor crear poblaciones independientes para cada una en puntos mucho más alejados de su origen?

Por la Asociación Herpetológica Española
Hemos leído en la prensa que los Cabildos Insulares de El Hierro y La Gomera han decidido llevar a cabo un intercambio entre sí de ejemplares de sus lagartos gigantes –la especie de El Hierro, Gallotia simonyi, y la especie de La Gomera, Gallotia bravoana– nacidos en cautividad. Con ello se intenta llevar a la práctica de forma oficial uno de los objetivos de los planes de recuperación de estos dos reptiles amenazadas.

En ambos casos, esos planes de recuperación – aprobados por el Parlamento de Canarias y de obligado cumplimiento– consideraban oportuno crear “poblaciones lejanas”. Como tales se definían todas aquellas que se establecen en condiciones de cautividad o semilibertad en un punto distante del área natural de distribución y con el objetivo de prevenir posibles extinciones catastróficas.

Hace tiempo que la vigencia de los planes de recuperación de ambas especies acabó: el del lagarto gigante de El Hierro, en septiembre de 2009, y el del lagarto gigante de La Gomera, en octubre de 2011. Al menos en el caso del primero, dicha acción de crear poblaciones lejanas debería haber sido llevada no sólo porque así figuraba en su plan de recuperación, sino porque había predisposición para asumir esa responsabilidad por parte de varias entidades de prestigio nacional y mundial, entre las que se encontraban los zoológicos de San Diego (Estados Unidos), Jersey (Reino Unido) y Jerez de la Frontera (Cádiz). Todas ellas estaban dispuestas a invertir en un programa de conservación ex situ, además de correr con los gastos generados en la actuación. Tengamos en cuenta que la cesión de ejemplares a esos zoológicos reduciría a cero la probabilidad de introducir un patógeno no deseado en alguna de las islas de origen de los lagartos gigantes. Recordemos, por ejemplo, que la inesperada llegada de ejemplares de ferreret o sapillo balear (Alytes muletensis) infectados por el hongo Batrachochytridium dendrobatidis, hasta entonces desconocido, puso en jaque el programa de recuperación de este anfibio amenazado desarrollado en la isla de Mallorca.
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