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Tras los halcones peregrinos de la costa de essex en 1967

The Peregrine: una obra maestra de la literatura ornitológica

Portada del libro The Peregrine, escrito por J. A. Baker, en la edición de Harper Collins de 2011.
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Portada del libro The Peregrine, escrito por J. A. Baker, en la edición de Harper Collins de 2011.
viernes 27 de febrero de 2015, 16:32h
Poco se sabe de J.A. Baker, autor de The Peregrine. Pero su monografía sobre el halcón peregrino, publicada por la prestigiosa editorial Harper Collins, ha enamorado a miles de lectores. Es una lástima que todavía no se haya traducido al español, pues se trata de una auténtica obra maestra. El contenido de este artículo nos servirá al menos de aperitivo, cuando no de acicate para conocerla.

Por Antonio Sandoval
En 1967 The Doors editaba su primer álbum, Desmond Morris publicaba El mono desnudo y Disney estrenaba El libro de la selva. La aviación de Estados Unidos arrojaba toneladas de napalm sobre los bosques de Vietnam y Rusia seguía haciendo ensayos nucleares en Siberia. El superpetrolero Torrey Canyon se iba a pique en el suroeste de Reino Unido provocando la primera gran marea negra de Europa (las autoridades lo bombardearon también con napalm para intentar quemar su carga, sin resultado alguno). Se logró hacer el primer trasplante de corazón de la historia y el Che Guevara fue asesinado en Bolivia.

Por aquel tiempo, lo que suele llamarse Occidente, todavía en guerra fría con las potencias comunistas, se lanzaba hacia un cambio cultural que determinaría cómo es el mundo de hoy. Su juventud revisaba los principios de la generación de sus padres. Se expandían ciudades y pueblos, proliferaban autopistas y automóviles, se popularizaba el turismo, se urbanizaban las costas y los televisores brillaban en cada vez más hogares. Se editaba y leía tanta literatura como nunca antes, y, además, las artes plásticas, el cine y la música exploraban fronteras jamás imaginadas. La sociedad del bienestar aseguraba las necesidades básicas, y las viejas y nuevas ideas políticas convivían sin violencia en cada vez más países; para envidia de todavía muchos otros, como, por ejemplo, el nuestro. Los avances tecnológicos eran asombrosos. Permitían alargar la esperanza de vida, apostar por la agricultura o la pesca intensivas, abordar infraestructuras cada vez más ambiciosas o amenazar al enemigo con un armamento capaz de cargarse el planeta. El propio planeta se convertía así en motivo de preocupación. El interés y la inquietud social por los problemas medioambientales globales y locales iba en aumento, y el movimiento ecologista y conservacionista comenzaba a cobrar peso ante las consecuencias de esos cambios. Una de sus más intensas luchas fue contra los biocidas químicos. Su detonante fue la publicación en 1962 de La primavera silenciosa de Rachel Carson.
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