¿Están justificados los desnides de águila perdicera como herramienta de conservación?

Las traslocaciones para la conservación de poblaciones y especies amenazadas han generado gran debate y serias dudas sobre su necesidad, utilidad y oportunidad (1). Según la UICN, estas traslocaciones pueden considerarse reintroducción o reforzamiento según las poblaciones beneficiadas se hayan extinguido o no. En 2004, la Junta de Andalucía y otras administraciones iniciaron el desnide –extracción de pollos de sus nidos naturales– de águila perdicera para realizar el traslado de aves a otras poblaciones en regresión, así como para un proyecto de cría en cautividad. Por este motivo, desde hace diez años se están llevando ejemplares jóvenes de águila perdicera desde su área óptima de distribución –Andalucía oriental en este caso– hacia estas zonas marginales para la especie. Estas acciones se enmarcan actualmente dentro de un proyecto Life dotado con dos millones de euros.

Sabemos que los desnides se realizaron en distintas provincias andaluzas, siendo afectadas en la de Granada siete parejas, con trece extracciones de pollos procedentes de nidadas dobles. En tres parejas se extrajeron pollos una sola vez, en dos parejas se hizo lo propio dos años diferentes y en otras dos se realizaron desnides en tres años diferentes.

Para una población de águila perdicera bien conservada como la granadina creemos que este hecho apenas tiene impacto sobre su viabilidad, pues el número de ejemplares extraídos es bajo y la mortalidad juvenil alta. Sin embargo, prácticamente no existen estudios que analicen los efectos de estas actuaciones y cabe hacer una serie de reflexiones sobre su conveniencia.