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El bonito juego de las especies

lunes 01 de octubre de 2018, 20:24h

El pasado 13 de agosto el Boletín Oficial del Estado publicó una lista con las 13 especies animales y 19 vegetales que se consideran “extinguidas en todo el medio natural español.” Es una exigencia que establece la Ley del Patrimonio Natural y la Biodiversidad de 2007, cumplida por la Comisión Sectorial de Medio Ambiente en su reunión del 26 de julio anterior. En total, 32 especies. Una de las razones jurídicas de esta lista negra es que no pueden arbitrarse medidas de reintroducción hasta que se hayan dado oficialmente por extinguidas y, claro está, siga habiendo reservas en algún otro lugar. Sin cumplirse dicha formalidad, tampoco pueden destacarse presupuestos destinados a tales fines. Pero a partir de ahora sí.

La primera especie que podría acogerse a estas prebendas es la foca monje del Mediterráneo (Monachus monachus), que desde hace décadas tiene su principal colonia de cría en las costas de Mauritania, es decir, en el Atlántico. Y por allí van a seguir coleando si se cumplen las expectativas de reintroducirla en la isla de Fuerteventura, como avanzamos en la página 41. Los trabajos están tan adelantados que el proceso podría iniciarse en el año 2019.

Otra especie en similar disyuntiva es el torillo andaluz (Turnix sylvatica), que ya solamente se encuentra en una zona muy concreta de Marruecos. Aquí entramos en el terreno de los deseos, pues salvo algunas tímidas iniciativas planteadas por el ZooBotánico de Jerez, ya implicado en la reintroducción del ibis eremita, no hay todavía un proyecto realmente en firme. El torillo está siendo protagonista de una breve sección mensual que, al estilo de los antiguos folletines, se publica por entregas en las páginas de nuestro Observatorio.

Otras dos especies animales que también se consideran ya oficialmente extintas y, a primera vista, podrían ser objeto de medidas similares son el esturión europeo (Acipenser sturio) y la lamprea de río (Lampetra fluviatilis), víctimas de la pesca abusiva y la agobiante regulación de nuestras cuencas hidrográficas. ¡Qué tiempos aquellos, cuando había una factoría de caviar en el estuario del Guadalquivir y don Álvaro Cunqueiro aún ensalzaba la empanada de lamprea!

En cuanto a las especies vegetales, pobrecillas, nunca han hecho tanto ruido y el listado de agosto tampoco dirá gran cosa fuera de los círculos más especializados. Quizá el felandrio acuático (Oenanthe aquatica), que ni siquiera aparece en la obra de referencia que Santos Cirujano y sus colaboradores dedicaron en 2014 a los hidrófitos vasculares y que llama la atención por compartir género con las collalbas. En resumidas cuentas, el trámite legal está cumplido y desde el 13 de agosto puede soñarse con hacer algo a favor de esa lista de desahuciados y buscar fondos públicos para ello.

Pero este número de Quercus, portada incluida, está muy centrado en los cánidos y, sobre todo, en el lobo. Gracias a una demanda interpuesta en su día por la Asociación para la Conservación y el Estudio del Lobo Ibérico (Ascel), la Junta de Castilla y León no va a poder autorizar la captura de ningún ejemplar al norte del río Duero durante la temporada de caza 2018-2019, como puede leerse en la página 38. No entraba en sus cálculos, desde luego, ni tampoco en los planes de aquellos ganaderos de actitud más furibunda. Si se caza algún lobo, será de manera ilegal y quien lo haga tendrá que atenerse a las consecuencias. La única fórmula hoy en día admisible es la convivencia civilizada, como bien se encarga de destacar Arturo Menor, director de la película Barbacana, en la entrevista que reproducimos en las páginas 30-32.

Si se piensa fríamente, ¿dónde se ha visto que una especie, la nuestra, legisle, disponga y pontifique sobre todas las demás? Pues aquí, en el planeta Tierra, y desde hace como mucho 10.000 años.

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