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Situación actual y estado de conservación

Las náyades de la fauna andaluza

Por José Miguel Barea-Azcón, Rafael Araujo, Annie Machordom, Carlos Toledo, Joaquim Cardoso Reis, Elena Ballesteros-Duperón y José María Irurita

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Las náyades de la fauna andaluza
Cinco especies de náyades constituyen la fauna andaluza de grandes bivalvos de agua dulce. Tres de ellas pertenecen al género Unio y las dos restantes a los géneros Anodonta y Potomida. Aunque todas se encuentran amenazadas por la alteración de cauces y la contaminación del agua, las más escasas son Unio gibbus y Unio tumidiformis.

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Según la mitología griega, las náyades son las ninfas de los cuerpos de agua dulce –fuentes, pozos, manantiales, arroyos, riachuelos– que encarnan la divinidad del curso fluvial donde habitan. Al mismo tiempo, “náyade” es también el término popular empleado para denominar a los grandes moluscos bivalvos de agua dulce. De este modo, el acervo cultural evidencia un nexo entre la pureza o el estado de conservación de las masas de agua y la presencia de poblaciones de estos emblemáticos bivalvos. Nuevamente comprobamos cómo la cultura popular ha sabido identificar algunos de los mecanismos que rigen la naturaleza, ya que en la actualidad existen evidencias científicas que sostienen esta relación y, por tanto, la capacidad de las almejas de río como especies bioindicadoras (1 y 2). Las náyades son animales filtradores que hacen fluir una corriente de agua cargada de nutrientes a través de su sifón inhalante. En consecuencia, requieren aguas poco contaminadas y por ello les resulta especialmente nociva la eutrofización, que en muchos cauces se origina por el arrastre de productos químicos empleados en la agricultura.

En caso de que la contaminación de las aguas sea transitoria, el animal tiene capacidad para cerrar sus valvas y soportar así estas efímeras condiciones desfavorables. Sin embargo, si la alteración se mantiene en el tiempo, las almejas desaparecerán y con ellas el importante abanico de servicios que ofrecen al ecosistema. Las náyades contribuyen de manera insustituible a procesos tan relevantes como la dinámica de los nutrientes, el movimiento del fitoplancton (y de otros microorganismos presentes en el río) o a la bioturbación de los fondos, aumentando el contenido en oxígeno de las aguas donde están presentes (3). Una náyade de gran tamaño puede llegar a filtrar unos 50 litros de agua diarios, lo que supone que una colonia de 700 ejemplares (citas históricas recogen densidades de 700 individuos por metro cuadrado) puede llegar a filtrar 35.000 litros de agua al día (4).
Para comprender, al menos en uno de sus aspectos determinantes, el fenómeno del declive de las poblaciones de náyades, es imprescindible remitirse a su exclusivo sistema de reproducción. En la etapa adulta de su ciclo vital las náyades liberan al medio unas larvas o gloquidios que se fijan a las branquias de ciertos peces hospedadores. Las larvas, una vez fijadas al pez, sufrirán una serie de cambios hasta alcanzar el estado juvenil, momento en el que se desprenden de su hospedador para caer al lecho de la masa de agua, donde con el tiempo podrán llegar a adultos si las condiciones ambientales lo permiten. Cada especie de náyade tiene un margen muy estrecho de peces a los que puede “infectar” con sus gloquidios, habitualmente unas pocas especies o un solo género. Por todo ello, la dependencia de poblaciones de peces sanas es absoluta para las náyades, pues de ningún otro modo podrán completar el ciclo vital que permite la renovación de las poblaciones y los movimientos de juveniles capaces de establecer nuevas colonias o enriquecer y recuperar las ya existentes.
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