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Algunos contaminantes pueden tener los mismos efectos

Influencia de las hormonas sexuales en el desarrollo de embriones vecinos

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Texto y fotos: Florentino Braña
Un reciente estudio sobre lagartijas de turbera ha permitido demostrar que la identidad sexual de los vecinos de incubación afecta al desarrollo de los embriones y se refleja en algunos rasgos de los recién nacidos. Por ejemplo, tanto los machos como las hembras incubados junto a dos hermanos de su mismo sexo son de mayor tamaño que los incubados junto a dos hermanos del sexo contrario.

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La mayor parte de los vertebrados, desde los peces hasta los mamíferos, son (somos) sexualmente dimórficos; es decir, además de las diferencias primarias en los órganos reproductores, machos y hembras tenemos diferente tamaño, morfología y comportamiento. La hipótesis de organización y activación describe en líneas generales el papel de las hormonas esteroideas en la diferenciación sexual de los vertebrados: en una fase temprana del desarrollo del embrión se forman las gónadas (ovarios o testículos) de acuerdo con el sexo cromosómico prefijado desde la fertilización. Esas gónadas embrionarias producen hormonas específicas que gobiernan la formación del fenotipo correspondiente a cada sexo, incluyendo la diferenciación de los conductos sexuales, el cerebro, el tamaño corporal y otros muchos aspectos. Las diferencias entre machos y hembras suelen ser ya manifiestas desde el nacimiento, pero se acentúan con la maduración sexual y en muchos casos siguen ciclos de activación estacional que se repiten durante toda la vida reproductora de los animales. Así pues, las hormonas sexuales producidas por el propio organismo controlan los procesos de diferenciación sexual y la regulación de los ciclos reproductores, pero en los últimos años se está valorando cada vez más el papel que parecen jugar, interfiriendo en estos procesos, las hormonas naturales de origen externo al organismo, e incluso análogos funcionales de esas hormonas que contaminan su ambiente de desarrollo.
En el caso de las aves, se sabe desde hace tiempo que el vitelo (la yema del huevo) puede contener cantidades variables de cortisona y hormonas sexuales de origen materno, que se incorporan al embrión y modifican su desarrollo y su futuro comportamiento social y sexual. En muchos mamíferos que gestan camadas de varios hermanos (ratas, cerdos… incluso en gemelos humanos) la posición intrauterina de los fetos con respecto a sus vecinos (y hermanos, al menos de madre) determina la expresión de ciertos caracteres sexuales; así, los machos que se ubican durante la gestación entre dos hermanos machos resultan “más masculinos” en diversos parámetros, mientras que las hembras gestadas en esas mismas posiciones son “menos femeninas”, puesto que reciben testosterona producida por sus hermanos. Se ha demostrado en ratones domésticos que los efectos de la posición intrauterina pueden trascender a varias generaciones, de modo que hasta las nietas de una hembra gestada en la proximidad de hermanos machos evidencian rasgos masculinos en la morfología y en el comportamiento, o bien producen camadas sesgadas, con mayor proporción de hijos que de hijas.
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