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Las principales colonias de cría están en el Atlántico y en el Mediterráneo oriental

¿Dónde nacen las tortugas bobas que viven y mueren en las costas españolas?

Por Adolfo Marco, Catalina Monzón, Carlos Carreras, Luis Cardona y Luis Felipe López Jurado

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
¿Dónde nacen las tortugas bobas que viven y mueren en las costas españolas?
Recientes estudios moleculares han determinado que la mayor parte de las tortugas bobas que llegan hasta el litoral español tienen un origen atlántico. Proceden de las zonas de nidificación situadas en la costa sureste de Estados Unidos, el archipiélago africano de Cabo Verde y el Gran Caribe. La presencia de tortugas procedentes del Mediterráneo oriental es muy importante en el norte de la Comunidad Valenciana y Cataluña, pero marginal en el resto de nuestras costas, incluso en Baleares.

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Recientes análisis genéticos han permitido comprobar la presencia en aguas españolas de tortugas bobas nacidas en el archipiélago de Cabo Verde. Los resultados de este estudio, en el que han participado tres de los firmantes del presente artículo, han sido publicados este mismo año en la revista Conservation Genetics y vienen a corroborar la importancia del litoral español para la conservación de la mayor parte de las poblaciones de tortuga boba que nidifican en el Atlántico. De hecho, las tortugas que proceden de Cabo Verde son las segundas más abundantes en aguas andaluzas y canarias, sólo por detrás de las que vienen desde las costas de Florida.

Por otra parte, las tortugas que nacen en Cabo Verde están muy aisladas reproductivamente de las que llegan de América y del Mediterráneo oriental, lo que incrementa de forma considerable la heterogeneidad genética de la especie. Sin embargo, tales diferencias no se reflejan en su morfología. Más bien, las diferencias genéticas son una consecuencia de su fidelidad a los lugares de origen, donde regresan para reproducirse cuando son adultas. No obstante, sí que existe un cierto flujo genético entre poblaciones, pero siempre muy reducido y protagonizado en gran medida por los machos, que son menos fieles a sus lugares de nacimiento que las hembras.

Ahora bien, al hablar de las tortugas procedentes de América la actualidad obliga a abrir un paréntesis. Los vertidos causados por la explosión y posterior hundimiento de una plataforma petrolífera en el golfo de México, frente a las costas meridionales de Estados Unidos, suponen una grave amenaza para la tortuga boba en uno de sus principales santuarios mundiales. Sobre todo cuando la especie ya había sufrido un acusado declive en esta misma región, cifrado en torno al 40% de sus efectivos en los últimos cinco años, antes de que se hundiera la plataforma de British Petroleum. Aparte de las consecuencias que pueda tener el vertido de crudo en mar abierto, hay que considerar su impacto en las playas donde crían las tortugas bobas.

De regreso a Cabo Verde, allí las tortugas bobas tampoco están exentas de peligros. Las hembras se cazan durante el desove para aprovechar su carne y el desarrollo turístico puede alterar muchas playas de cría. Con estos ejemplos queda patente, una vez más, la urgencia de cooperar internacionalmente para salvar las playas donde se reproducen estas y otras tortugas marinas.
Así pues, los resultados del citado estudio genético confirman las migraciones transoceánicas de la tortuga boba y la presencia conjunta de ejemplares procedentes de distintos continentes en nuestras costas. El estrecho de Gibraltar juega un papel crucial en dichas migraciones, al actuar como una barrera asimétrica en el intercambio de tortugas marinas entre el Atlántico y el Mediterráneo. La corriente superficial que fluye hacia el este facilita la entrada en el Mediterráneo occidental de multitud de tortugas atlánticas; pero, al mismo tiempo, impide que regresen al Atlántico hasta que su caparazón haya superado los 40 centímetros de longitud. Del mismo modo, las tortugas nacidas en el Mediterráneo no pueden salir al Atlántico hasta que alcanzan ese tamaño corporal mínimo. Lo cual explica el escaso número de tortugas nacidas en el Mediterráneo oriental que llega hasta Andalucía.


¿Por qué las seguimos llamando bobas?

por Adolfo Marco
Las tortugas bobas nos demuestran unas capacidades y habilidades extraordinarias. Entonces, ¿por qué las llamamos bobas? ¿Cómo se puede tildar de bobo a un animal que es capaz de cruzar todo el Atlántico para encontrar con gran precisión la playa en la que nació después de haber estado navegando a miles de kilómetros de distancia?

Parece ser que el apelativo de “boba” se lo dieron los pescadores españoles a las tortugas de la especie Caretta caretta al observar que no huían cuando se acercaban con sus barcas para pescarlas. Al ser tan fáciles de capturar, el pescador intuía que el comportamiento de la tortuga era estúpido. Pero, ¿tan confiada es esta tortuga que pone en riesgo su vida? Sin duda alguna, la gran fortaleza de los caparazones de los individuos adultos, así como de los juveniles de gran tamaño, ha reducido enormemente el riesgo de depredación, de forma que son muy poco vulnerables a los ataques de animales salvajes. Sólo grandes mamíferos o escualos marinos pueden representar un riesgo. Y, en aguas españolas, para una tortuga marina grande el contacto con animales peligrosos es realmente improbable.

Además, en muchas de esas ocasiones que relatan los pescadores, es probable que las tortugas estuvieran tomando el sol, flotando tranquilamente sobre la superficie del agua o incluso durmiendo o descansando confiadas en la seguridad de su formidable caparazón. Por desgracia, millones de años de selección natural no las han dotado para defenderse del hombre y de sus letales redes, nasas y anzuelos.

El vertido de BP amenaza un santuario de tortugas marinas

por Adolfo Marco

Las playas de origen de más del 80% de las tortugas marinas españolas están gravemente amenazadas por el vertido de petróleo de BP en el golfo de México.

Vuelve a sobrecogernos un nuevo vertido de petróleo al mar. Podríamos encontrar cierto consuelo en que el golfo de México nos pilla un poco lejos, pero muchos impactos ambientales están globalizados y la biodiversidad no entiende de fronteras entre países. Los amantes de las tortugas marinas estamos alarmados por la grave amenaza que representa el vertido y los productos dispersantes del crudo. Una amenaza que se cierne sobre la reproducción de estas especies, muy migradoras y altamente amenazadas en todo el mundo. La entrada inminente del petróleo en la Loop Current (corriente cerrada) del golfo de México puede alterar seriamente la colonia de nidificación de tortuga boba más importante del mundo y el origen de la gran mayoría de los quelonios marinos que llegan hasta nuestras aguas.



¿Por qué las seguimos llamando bobas?

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Las tortugas bobas nos demuestran unas capacidades y habilidades extraordinarias. Entonces, ¿por qué las llamamos bobas? ¿Cómo se puede tildar de bobo a un animal que es capaz de cruzar todo el Atlántico para encontrar con gran precisión la playa en la que nació después de haber estado navegando a miles de kilómetros de distancia?

Parece ser que el apelativo de “boba” se lo dieron los pescadores españoles a las tortugas de la especie Caretta caretta al observar que no huían cuando se acercaban con sus barcas para pescarlas. Al ser tan fáciles de capturar, el pescador intuía que el comportamiento de la tortuga era estúpido. Pero, ¿tan confiada es esta tortuga que pone en riesgo su vida? Sin duda alguna, la gran fortaleza de los caparazones de los individuos adultos, así como de los juveniles de gran tamaño, ha reducido enormemente el riesgo de depredación, de forma que son muy poco vulnerables a los ataques de animales salvajes. Sólo grandes mamíferos o escualos marinos pueden representar un riesgo. Y, en aguas españolas, para una tortuga marina grande el contacto con animales peligrosos es realmente improbable.

Además, en muchas de esas ocasiones que relatan los pescadores, es probable que las tortugas estuvieran tomando el sol, flotando tranquilamente sobre la superficie del agua o incluso durmiendo o descansando confiadas en la seguridad de su formidable caparazón. Por desgracia, millones de años de selección natural no las han dotado para defenderse del hombre y de sus letales redes, nasas y anzuelos.

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