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¿Quién se toma en serio la biodiversidad?

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Janez Potocnik, comisario europeo de Medio Ambiente, ha reconocido el fracaso de la UE en su intento de frenar la pérdida de diversidad biológica en el año 2010. Así de taxativamente lo expresó en un reciente encuentro con miembros de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA) celebrada el pasado 5 de noviembre en Madrid. También dijo que confía en ofrecer mejores noticias respecto al nuevo horizonte, fijado para el año 2020, pero nadie le concedió demasiado crédito. Sorprende, eso sí, la sinceridad de sus declaraciones, acostumbrados como estamos a las frases hechas y las respuestas elusivas. Puede que la pérdida de biodiversidad, un concepto que requiere demasiadas explicaciones, apenas provoque desgaste político. O puede que los cargos públicos europeos se sientan cómodos en su actual impunidad ante el electorado. El caso es que, una y otra vez, la biodiversidad es objeto de ambiciosas previsiones seguidas de resultados desastrosos.

Ha vuelto a ocurrir en el reciente aniversario de la Directiva de Hábitats, celebrado asimismo a comienzos de noviembre. Todo el mundo echó las campanas al vuelo para saludar los veinte años en vigor de una herramienta que ha resultado ser decisiva para conservar la menguante naturaleza europea. Pero tras los parabienes se oculta el escaso interés que despierta a la hora de pasar de las palabras a los hechos. Por ejemplo, nuestro país es el que mayor superficie aporta a la red Natura 2000, con unos 138.000 kilómetros cuadrados, lo cual es para sentirnos orgullosos. Sin embargo, la propia Directiva de Hábitats marca un plazo de seis años para que los espacios que ampara se conviertan en Zonas de Especial Conservación (ZEC), con sus correspondientes planes de gestión, y aquí es donde nos topamos con el mundo de las amargas realidades. Según denuncia Ecologistas en Acción, el 80% de los Lugares de Interés Comunitario (LIC) incumplen esta exigencia y de las 272 ZEC que sí se han declarado sólo el 18% cuentan con un plan de gestión adecuado. Theo Oberhuber, responsable de las campañas de esta organización, ha puesto el dedo en la llaga: “una zona protegida sin las medidas para conservarla sólo sirve para poner el cartel y hacerse la foto.” Y así andamos, celebrando noticias aparentemente positivas y descubriendo que no hay nada detrás del decorado.

La misma falta de voluntad política se palpó también en la novena reunión del Convenio de Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica, celebrada en Hyderabad (India) a mediados de octubre. Allí volvió a consagrarse el modelo de dilapidar capital natural en aras del beneficio privado, es decir, lo mismo que venimos haciendo desde la Revolución del Neolítico.

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