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El topo ibérico ante los nuevos retos del cambio global

Un estudio sobre sus poblaciones en la Comunidad de Madrid

Por Olga Terroba, Emilio Virgós, Sandra Espachs, Daniel Encinar, Cristina Encinar y Susana Suárez-Seoane

Miércoles 22 de octubre de 2014
Como su nombre vulgar indica, el topo ibérico es una especie endémica de nuestra fauna. Al ser un animal de vida subterránea, depende en gran medida de los suelos sueltos y con abundantes lombrices, su principal alimento. Pero tanto los efectos del cambio climático como las nuevas prácticas agrarias tienden a reducir la extensión de los hábitats más favorables.

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El topo ibérico (Talpa occidentalis) es una especie endémica que se extiende por gran parte del territorio peninsular, fundamentalmente por el noroeste. Falta, sin embargo, en el noreste, donde es sustituido por el topo europeo (Talpa europea). Su distribución es continua en el cuadrante noroeste, mientras que resulta aparentemente más escaso y disperso en el centro y, sobre todo, en el sur.

La anatomía del topo ibérico denota varias adaptaciones a la vida subterránea. Por ejemplo, tiene unas fuertes extremidades en forma de pala que le permiten excavar y moverse con facilidad bajo tierra. También cuenta con un sentido del tacto muy desarrollado y unos pelos sensoriales en el hocico (vibrisas) que utiliza para localizar alimento. La única evidencia física de su presencia en el campo es la topera, un pequeño montículo de tierra que emerge sobre la superficie del terreno y que se origina como resultado de su actividad subterránea. Un factor clave para la localización de estas toperas es la disponibilidad de lombrices en el suelo, lo cual está a su vez determinado por las condiciones físicas del medio, en concreto por la humedad y la temperatura. La cantidad de toperas en una zona puede ser considerada como una medida de la actividad de estos mamíferos y puede utilizarse como un índice de abundancia de la especie.

A pesar de no estar incluido en ninguna categoría de amenaza, el topo ibérico es especialmente sensible a los cambios ambientales, puesto que sus poblaciones se encuentran naturalmente parcheadas y sus requerimientos de hábitat son muy específicos. Un aumento de la sequedad en las zonas húmedas y templadas donde esta especie encuentra su hábitat idóneo podría desplazarla hacia latitudes y altitudes mayores, lo que implicaría su desaparición en aquellos lugares más perjudicados por hipotéticos cambios en el clima o en los usos del suelo. Por todo ello, el topo ibérico puede ser un magnífico indicador de los cambios ambientales a los que deberá enfrentarse la Península en las próximas décadas.

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