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El género Quercus en la península Ibérica

Habitual porte arbustivo de un roble cantábrico (Q. orocantabrica) encontrado en la sierra turolense de Albarracín (foto: José Luis Lozano).

QUERCUS 30 AÑOS Un largo viaje evolutivo con la hibridación como estrategia

Por José Luis Lozano

Miércoles 22 de octubre de 2014
Los Quercus no dejan de deparar sorpresas. Aunque se diversificaron hace ya millones de años, siguen manteniendo una gran facilidad para hibridarse. Recientes estudios han descrito como especies formas que antes se tenían por meros híbridos. Algunas de estas especies recientemente aceptadas son endémicas de la península Ibérica y ocupan áreas de distribución muy restringidas.

Han sido necesarios unos 15 millones de años para llegar a lo que hoy día representa el género Quercus en Europa. Pérdida y recuperación de territorios, extinciones y consolidación de nuevas especies, son algunos de los numerosos avatares a los que han tenido que hacer frente sus integrantes por el camino. De todos estos sucesos merecen destacarse (por su proximidad en el tiempo y por la influencia que tuvieron sobre la actual distribución de los Quercus europeos) los vaivenes climáticos del Cuaternario, que obligaron a muchas especies a buscar refugio en el sur de Europa (fundamentalmente los Balcanes, Italia y la península Ibérica) durante los periodos glaciares.

Fue en los valles más abrigados, a orillas del Mediterráneo, donde nuestros protagonistas se cobijaron de los rigores del frío para iniciar con cada periodo cálido la recolonización del viejo continente. Estos refugios glaciares no sólo evitaron la desaparición de alguna de las especies del género, sino que favorecieron asimismo una gran diversidad interespecífica en latitudes intermedias al propiciar la mezcla de linajes divergentes que procedían de zonas bien distantes entre sí en su avance hacia las tierras septentrionales.

Sin duda, una de las características más reseñables de este modelo de especie es su promiscuidad. Se conocen alrededor de dos docenas de híbridos entre los Quercus ibéricos, lo que en la práctica viene a suponer que la mayoría de los integrantes del género que se ponen en contacto por compartir algún espacio común pueden llegar a hibridarse. Esta circunstancia, siendo relativamente frecuente en el reino vegetal, es más propia de especies de reciente formación (filogenéticamente próximas) que de aquellas consolidadas como tales hace ya millones de años, que es lo que ocurre en la mayoría de los Quercus peninsulares. Por otra parte, a pesar de que el aislamiento reproductivo entre especies cercanas de este género es débil, el patrón de variación en las zonas de hibridación suele corresponder a complejos mosaicos en los que pueden observarse los parentales puros y un continuo que refleja todas las formas de transición entre ambos.

Algunos de estos híbridos se han consolidado como buenas especies, como el roble cantábrico (Quercus orocantabrica) y el roble crespo (Quercus pauciradiata), recientemente descritas para la ciencia. Ambos hallazgos tienen especial trascendencia por tratarse de endemismos exclusivos de la península Ibérica y ajustarse a una distribución muy restringida.

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