Opinión

Rewilding, ¿excentricidad o punta de lanza de la conservación?

Paisaje de la comarca del Maestrazgo (Teruel-Castellón). Una de las condiciones del rewilding es la existencia de extensos espacios naturales con baja densidad de población humana (foto: Equipo Técnico del Parque Natural de Penyagolosa).
Miércoles 22 de octubre de 2014
Hasta ahora, las reintroducciones de fauna buscaban devolver a un espacio natural sus especies desaparecidas o en peligro de extinción. Pero un nuevo aliciente ha empezado a ofrecerse en este tipo de proyectos: la presencia de animales grandiosos y carismáticos que se dejan ver con facilidad. El modelo se llama rewilding, una nueva vía para combinar conservación con turismo de la naturaleza que, por lo que parece, ha venido para quedarse.

En 1998 Michael Soulé y Reed Noss publicaron “Rewilding and biodiversity: complementary goals for continental conservation” (Wild Earth, 8: 19-28). En este artículo seminal proponían una estrategia de conservación para grandes territorios basada en “áreas núcleo, corredores y carnívoros”. Los dos primeros conceptos ya habían sido incorporados y aceptados por la mayoría de los profesionales de la conservación en todo el mundo y no causaron gran sorpresa. Pero otra cosa era lo de los carnívoros; concretamente la idea de que los ecosistemas sólo estarán completos (es decir, estarían siendo realmente conservados) si cuentan con sus depredadores tope. Dentro de ese artículo aparecía la palabra rewilding, acuñada previamente por el activista conservacionista Dave Foreman.

El concepto implicaba la necesidad de devolver a los ecosistemas naturales toda la fauna nativa, sobre todo especies clave como los grandes carnívoros y herbívoros. Es decir, muchos de los grandes mamíferos que el hombre había erradicado de manera deliberada o accidental en los últimos siglos. Implicaba reintroducir a algunos de los “bichos” más carismáticos y a la vez complicados de cada continente. Hablamos de lobos, tigres, bisontes, leones, elefantes, jaguares, caballos silvestres, linces, osos... Cosas de los norteamericanos y su gran disponibilidad de espacio, pensamos muchos desde la vieja y superpoblada Europa. Delirios irrealizables de académicos, pensaron otros. La cuestión es que, veinte años después, el rewilding ya está aquí. Y viene con fuerza.

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