Opinión

Sobre la gestión forestal del hábitat del urogallo

Turno de réplica

Miércoles 22 de octubre de 2014
El número 310 de Quercus recogía un artículo crítico con algunos trabajos forestales
en el hábitat del urogallo cantábrico. La Asociación para la Conservación del Urogallo cree necesario hacer algunas observaciones sobre este texto.

Ignacio Jiménez y Juan Jiménez
i_jimenez_perez@yahoo.es


Estamos plenamente de acuerdo con los autores del artículo “El manejo del hábitat, una nueva amenaza para el urogallo cantábrico”, publicado en Quercus 310 –pags. 32-36–, en que los trabajos reflejados en las imágenes de ese texto difícilmente pueden considerarse como actuaciones de mejora del hábitat del urogallo, ya que no parecen haberse basado en ningún protocolo de gestión o manejo propuestos hasta el momento. Ningún experto en la especie podría apoyar dichos trabajos como una actuación específica para ella.

INTERESANTES EXPERIENCIAS
Van algunos datos. En los años noventa, el gobierno de Clinton apoyó la reintroducción del lobo en el Parque Nacional de Yellowstone, capeando la oposición de los grupos ganaderos y conservadores locales –algo impensable diez años después–. En este momento, el gran ecosistema de Yellowstone cuenta con más de mil lobos y hasta se puede permitir el lujo de que la población resista la cacería de cientos de ellos cada año.

Dos décadas antes, una Suráfrica aislada de la comunidad internacional había creado la reserva de Pilanesberg sobre 60.000 hectáreas de ranchos ganaderos a los que trasladaron nada más y nada menos que 6.000 ejemplares de grandes mamíferos (leones, rinocerontes, guepardos, licaones, elefantes, jirafas, hipopótamos y cebras). Pilanesberg es, actualmente, uno de los parques nacionales más visitados del país y parece albergar dentro de su perímetro cercado un ecosistema natural aparentemente funcional. En 1991, los surafricanos subieron la apuesta con la Operación Fénix, trasladando más de 8.000 animales de 28 especies para crear la Reserva Madikwe, de 75.000 hectáreas.

Paralelamente, el magnate de la comunicación Ted Turner se convirtió en el mayor terrateniente privado del oeste americano y comenzó a criar bisontes para restaurar las praderas nativas, al mismo tiempo que financiaba la reintroducción de lobos, carneros salvajes, zorros veloces y turones de patas negras.

Actualmente el rewilding ha dejado de ser una anomalía relegada a dos o tres regiones del mundo para establecerse en todos los continentes. La fundación Save the China’s Tiger está criando tigres del sur de China (la subespecie más amenazada de este felino) en Suráfrica para realizar una reintroducción pionera en territorio chino. Su meta, en la que colabora con el gobierno del país asiático, es crear una reserva natural en el hábitat original de este gran felino para restaurarlo en su integridad. Mientras, The Conservation Land Trust está trabajando en la creación del mayor parque nacional de Argentina, en el noreste del
país, al mismo tiempo que reintroduce todas las especies de grandes mamíferos extinguidos (ver Quercus 303, págs 56-57). En Escocia, el millonario Paul Lister busca imitar el modelo surafricano de reservas cercadas para reintroducir alces, lobos, osos y jabalíes en las highlands escocesas. Es más, existe una organización llamada Rewilding Europe que propone la creación de grandes paisajes naturales dotados de megafauna nativa –incluyendo, además de los grandes carnívoros, herbívoros como bisontes, caballos y uros– en el oeste de la península Ibérica, los Cárpatos, el delta del Danubio y Croacia.

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