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Palacios de Compludo: una reserva ornitológica para conservar la biodiversidad cantábrica

Castaños, nogales y cerezos forman una espesa arboleda en torno a la aldea de Palacios de Compludo.

CÓMO RESUCITAR UNA ALDEA ABANDONADA Y RUINOSA

Miércoles 22 de octubre de 2014
Allí donde no llegan las administraciones públicas, la iniciativa privada puede jugar un valioso papel como garante de la biodiversidad. Un buen ejemplo lo tenemos en Palacios de Compludo, una aldea berciana que fue abandonada por sus habitantes y se ha convertido hoy en el núcleo de una reserva ornitológica modélica y un claro ejemplo de custodia del territorio.

Texto: Ernesto Gallego, Miguel Gallego, Juan Manuel Gómez y Pancho Purroy.

Fotos: Colectivo Tyto Alba


El pueblo leonés de Palacios de Compludo, en el corazón de los Montes Aquilianos, quedó abandonado en 1978 tras la marcha de sus dos últimos habitantes, dos agotadas abuelas que fueron bajadas hacia Ponferrada por el viejo camino carretero. Un par de años más tarde se construye una pista forestal de acceso, seguida del saqueo de las casas por diversos quinquilleros, un furtivismo brutal y varios incendios que machacan el paisaje. Ante este descontrol, se decide ceder los pastos a un ganadero para que se instale en la localidad, con idea de que vigile las propiedades urbanas. El remedio resulta un desastre: las vacas se refugian en las viviendas, las cabras acaban con los frutales de los huertos y el caserío se arruina.

Hacia 1992 el Colectivo Tyto Alba entra en contacto con los paisanos para una primera iniciativa que consiste en plantar trescientos nogales, donados por el Fapas, que son devorados por el ganado. Surge la idea de recuperar el pueblo y su entorno natural, de manera que se restauran las primeras ruinas, se desbrozan calles y predios, y se inician las campañas con escolares de Ponferrada para valorar el valle y repoblar el monte con plantones de tejo, acebo y serbal de los cazadores. El colectivo ecologista adquiere un pajar y lo rehabilita como casa comunal, guarida para los esforzados voluntarios que acuden en masa a combatir la invasión de zarzales y a gozar de la naturaleza.

Con ayuda de los fondos Miner se hace una entresaca selectiva en los melojares jóvenes y se abren los perdidos caminos de comunicación con Bouzas y Carracedo de Compludo. También se rehabilitan algunos elementos de la arquitectura tradicional, como dos molinos, una carbonera, un canal romano y un corral de lobos.

En 1998 se da el paso definitivo y se suscribe un convenio de colaboración para conservar el enclave entre Tyto Alba y la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), por un lado, y la Asociación de Vecinos El Nogal y el Ayuntamiento de Ponferrada por otro (1). El Monte de Utilidad Pública 295 es propiedad municipal del Ayuntamiento de Ponferrada y allí es donde se establece la primera reserva ornitológica de la montaña cantábrica (2). Queda prohibida la caza, se cierran pistas –para evitar furtivos y rallies todoterreno– y se activan las labores de restauración del entorno mediante voluntarios, aparte de un programa de educación ambiental, todo lo cual permite terminar con el caos anterior.

Este buen ambiente motiva que los vecinos reconstruyan sus antiguas moradas, respetando la arquitectura de balconadas de castaño, muros de piedra viva y tejados de pizarra. También compran ruinas y las adecuan como residencia de vacaciones varias personas de fuera, sobre todo de Madrid, atraídas por la naturalidad del paisaje. Hay un dato significativo: desde la creación de la reserva no ha habido ningún incendio, hecho insólito en un Bierzo devastado cada verano por los fuegos, con una pujanza de la vegetación forestal que hace del valle el más valioso de los Montes Aquilianos.

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