Editorial

La Cenicienta de los programas electorales se llama Biodiversidad

Jueves 30 de junio de 2016

Cuando esta revista llegue a sus lectores, ya se habrán celebrado las segundas elecciones generales en el plazo de seis meses. Pero el cierre nos pilló en plena campaña electoral. Una de las lecturas positivas de este regreso a las urnas es que los partidos políticos parecen haber aprendido la lección y el medio ambiente empieza a aparecer en sus programas. En una reciente reunión celebrada con el sector de las energías renovables, los grupos ecologistas y las entidades de la sociedad civil, tanto PSOE y Unidos Podemos como Ciudadanos –el Partido Popular no quiso participar– presentaron sus propuestas para las elecciones del 26 J. Todos los partidos asistentes identificaron el proceso de transición energética basado en las energías renovables como la principal respuesta al cambio climático. Además, PSOE y Unidos Podemos reiteraron su propósito de cerrar las centrales nucleares.



Sin embargo, hay otros capítulos ambientales, como el de la conservación de la biodiversidad, en el que los pronunciamientos parecen ser bastante más ambiguos, cuando no contraproducentes ¿Cómo interpretar si no que PSOE y PP, las dos formaciones con mayor representación en el Congreso de los Diputados, se hayan pronunciado en contra del cumplimiento de la reciente sentencia del Tribunal Supremo sobre especies exóticas invasoras? Ambos partidos apoyaron con su presencia la manifestación celebrada el 23 de abril en Mérida (Badajoz) para reclamar el incumplimiento de esta importante sentencia. Es más, el PSOE ha llevado el asunto al Congreso, donde ha registrado dos proposiciones no de ley en las que insta al Gobierno a que se permita seguir pescando carpas y otras especies de peces exóticos invasores, así como mantener el comercio de cangrejos rojos “por razones de índole económica y alarma social”. Como indican Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción y AEMSRíos con Vida desde La Rioja, comunidad que sufre especialmente las consecuencias de las invasiones biológicas en su tramo del Ebro, parece evidente que están pesando más los intereses políticos del momento. Peor aún, se acusa a la sentencia incluso de lo que no dice (por ejemplo, que prohíbe la pesca de especies invasoras), en un claro intento de atraer el voto de los pescadores deportivos y otros sectores sociales.

Pero el electoralismo barato de contraponer la conservación de especies y hábitats al desarrollo económico no acaba aquí. Fijémonos si no en el papelón de los partidos políticos, incluso los que se supone más próximos a las reivindicaciones ecologistas, cuando el pasado 8 de junio se aprobó una propuesta no de ley en las Cortes de Castilla y León pidiendo la modificación del estatus legal del lobo al sur del Duero, lo que supondría dar un paso más en la persecución de la especie allí donde está estrictamente protegida por las directivas europeas. WWF España se apresuró a lamentar la unión del Partido Popular, PSOE y Ciudadanos contra el lobo en esta votación, y también la tibia posición de Podemos e Izquierda Unida, que se limitaron a abstenerse.

Mucho tienen que aprender aún los partidos políticos para alcanzar la coherencia y madurez que el movimiento ecologista español se ha ganado a pulso a la hora de abordar los conflictos y los desafíos que plantea la conservación de la biodiversidad. Esperemos que los resultados de las urnas sean un estímulo para afrontar de una vez por todas esta asignatura pendiente y no un cheque en blanco para seguir culpando a nuestras especies de todos los problemas. Un discurso populista que no sólo suena a rancio, sino que empieza a resultar tedioso.


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