Editorial

Llevamos las de perder

Domingo 28 de marzo de 2021

En enero de 2017 iniciamos la sección que primero se llamó Cambio Climático y ahora denominamos Cambio Global. Los autores son los mismos, Salvador Herrando y David Vieites, o David y Salvador, que tanto monta el uno como el otro. A lo largo de más de cinco años, han acercado a los lectores de Quercus la copiosísima producción científica que gira en torno al que seguramente sea el problema más grave de nuestro tiempo. No hay más que echar un vistazo a su siempre extensa bibliografía. El cambio climático y, su hermano mayor, el cambio global, han hecho correr ríos de tinta, o de bits, y han acumulado la suficiente evidencia como para que la humanidad haga bien en tentarse muy en serio sus carnes. Esa avalancha de datos no sólo se mantiene, sino que ha ido incrementándose con el tiempo, sin soslayar ningún sector. Por ejemplo, en este mismo número de Quercus abordan una curiosa vinculación entre la atención sanitaria y el grado de deforestación en un parque nacional de Borneo (págs. 54-56).

Según un reciente artículo publicado en Journal of Animal Ecology por David Gutiérrez y Robert Wilson, dos investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), las mariposas que se reparten altitudinalmente por la sierra de Guadarrama iniciaron sus periodos de vuelo “entre 4 y 5 días antes de lo esperado con cada grado de aumento de la temperatura.” Un dato objetivo que perjudica a unas especies y beneficia a otras.

Del mismo modo, otro trabajo publicado en esta misma revista científica por un equipo internacional de investigadores, entre ellos Sergi Herrando y Lluís Brotons (CREAF), viene a concluir que las aves europeas y norteamericanas están reestructurando sus comunidades para ajustarse al cambio climático. Según el finlandés Aleksi Lehikoinen, primer firmante del artículo, “el cambio climático altera las comunidades de tal manera que las especies del sur son cada vez más abundantes y las especies del norte disminuyen. Las especies del centro de Europa están colonizando Escandinavia.” Estos resultados coinciden con la segunda y muy reciente edición del Atlas de las Aves Nidificantes Europeas, en el que han participado unos 350 autores y más de 120.000 observadores voluntarios. Un dato llamativo es que las zonas donde crían las aves europeas se han desplazado hacia el norte una media de 28 kilómetros, a razón de un kilómetro por año, según un resumen publicado en el último número de Aves y Naturaleza, el boletín de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife).

Vivimos, pues, en unos tiempos no sólo cambiantes, sino también convulsos, a los que no es ajena, ni mucho menos, la cada vez más intensa y extendida globalización. Véanse, si no, las terribles consecuencias mundiales de un brote vírico iniciado, al parecer, en el cochambroso mercado de una ciudad china prácticamente desconocida. Antaño, cuando los hábitos se veían trastocados, era sencillo atribuir sus causas a designios divinos. Hoy en día podemos encontrar respuestas más concretas y fiables en la ciencia, pero los pecadores siguen siendo los mismos y no parecen dar muestras de enmienda ni arrepentimiento. El desafío es descomunal y no bastan, aunque tampoco sobran, algunas encomiables actitudes personales. Pero invertir las tornas requiere la participación convencida de la masa y eso no parece probable que vaya a producirse. No llevamos camino de ello. Así que, una vez más, los integrados ganan la partida a los apocalípticos, al menos mientras queden naipes por repartir.