Opinión

IPY 2007-2008: un hito en la investigación polar

Tribuna Jerónimo López jeronimo.lopez@uam.es

Miércoles 22 de octubre de 2014
El Año Polar Internacional 2007-2008 (IPY, en sus siglas en inglés), recientemente clausurado, ha sido uno de los más ambiciosos programas de investigación coordinados internacionalmente nunca abordados. La magnitud de su huella no podrá ser del todo valorada hasta dentro de varios años. Sin embargo existen ya claros indicadores del éxito de la iniciativa.

Todas las regiones terrestres están interconectadas y juegan un papel en la configuración de las condiciones ambientales de nuestro planeta. Sin embargo, hay algunas que por sus características y circunstancias tienen una influencia especialmente destacada en lo que se refiere a su intervención en el contexto global. Este es el caso de las regiones polares.

La Antártida y el Ártico se encuentran lejos de las zonas en las que habita y desarrolla sus actividades la inmensa mayoría de la población mundial. Sin embargo se ha constatado que es determinante su influencia en diversos procesos climáticos, geológicos, biológicos y oceanográficos de alcance global. Los cambios ambientales en esas regiones, que encierran alrededor del 99% del hielo existente en la Tierra (en su mayor parte en la Antártida), repercuten en el nivel marino, las corrientes oceánicas, la circulación atmosférica y el clima terrestre.

Debido a su posición geográfica y a su particular naturaleza, son observatorios privilegiados para numerosas investigaciones sobre los campos energéticos terrestres, la atmósfera, el espacio, el sol y otros astros. En las rocas y los hielos de las zonas polares se conservan algunas de las más claras evidencias de cómo han sido los cambios ambientales ocurridos en el pasado geológico, cuyo estudio es necesario para avanzar en el conocimiento de la situación actual y sus consecuencias. Para intentar predecir el futuro es necesario conocer lo que está ocurriendo hoy en día, pero también como fueron los cambios anteriores, incluidos aquellos que tuvieron lugar cuando los humanos no afectábamos a los ciclos naturales como lo hacemos en los últimos tiempos.

Conocer los procesos que tienen lugar en los polos, los cambios que están experimentando y los efectos en el sistema terrestre es especialmente relevante en el actual contexto de cambio climático. Los registros instrumentales han puesto de manifiesto que las áreas del planeta en las que más ha subido la temperatura en los últimos años se encuentran dentro de las regiones polares. Se trata en concreto de un sector del Ártico canadiense y Alaska, de una parte de Siberia y de la Península Antártica. En estas zonas el calentamiento en la segunda mitad del siglo XX y el comienzo del siglo XXI ha sido del orden de 3ºC, es decir, unas seis veces superior a lo que se ha calentado la superficie del planeta en su conjunto en ese mismo periodo de tiempo.

Sin embargo, las regiones polares siguen estando insuficientemente estudiadas. Su remota localización, el difícil acceso, la dureza de las condiciones ambientales reinantes y la escasez o ausencia total de población hacen que la atención hacia esas zonas se haya visto limitada y que las redes de observación existentes sean muy mejorables. Sin embargo, debemos felicitarnos por el hecho de que la reciente celebración del cuarto Año Polar Internacional haya supuesto un hito para superar estas carencias.


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