El noroeste ibérico se ha revelado como una zona con interesantes datos y nuevos registros de especies en el ámbito de los Odonatos, es decir, libélulas y caballitos del diablo. A lo que sin duda contribuye la posición geográfica de Galicia y sus características climáticas. Pero podrían citarse otros dos factores: una mayor atención a la fauna de insectos y una expansión hacia el norte de especies tradicionalmente circunscritas a otras latitudes más meridionales. Esta última causa nos conduciría al cambio climático como factor desencadenante de la presencia de todos los ésnidos peninsulares en Galicia.
Por Damián Porto y Jorge Vilas
El área de distribución de cualquier especie es una compleja expresión de su ecología e historia evolutiva. En este sentido, las libélulas son unos de los mejores modelos para estudiar las consecuencias del cambio climático, ya que altera sus tasas de crecimiento, supervivencia, fecundidad y locomoción (1). Además, las libélulas son animales clave en los ecosistemas de agua dulce, debido a que su desarrollo larvario es acuático. Al mismo tiempo, son sensibles a los cambios en los ecosistemas terrestres, donde se alimentan los adultos, y están presentes en todos los continentes salvo la Antártida. Por último, son más fáciles de identificar y muestrear que otros grupos de insectos.
Por desgracia, no han suscitado demasiado interés entre los aficionados a la observación de la naturaleza, aunque esto parece que ha comenzado a cambiar desde finales del siglo XX. Quizá por este motivo se haya detectado en Galicia una variada gama de odonatos de unos años a esta parte, cuyo número parece iren aumento conforme se profundiza en su conocimiento y fenología, con muestreos más estrictos y numerosos.
Este contenido es un resumen / anticipo de una información cuyo texto completo se publica en la revista Quercus, tanto en su versión impresa como digital.