La relación entre el turismo y el macaco de Berbería ilustra bien el delicado equilibrio entre aprovechar el interés por la fauna y evitar una interacción directa que resulte perjudicial para la especie. En un país como Marruecos, el turismo irresponsable y a veces inconsciente ha provocado que muchos de estos macacos hayan perdido su naturaleza salvaje.
Por Carlos Molina
Cruzando el Atlas, camino de Fez, poco antes de llegar a Ifrane, me encontré cara a cara con la realidad que había motivado mi viaje. Apenas detuve el coche, una descarada hembra de macaco de Berbería (Macaca sylvanus) se acercó y sin miedo alguno se subió al capó, escaló la luna delantera e hizo del techo del vehículo su particular atalaya desde donde esperaba que bajásemos del coche.
Años atrás, en mi primer viaje a Marruecos, un animal había llamado poderosamente mi atención: un macaco en medio de una ciudad, descontextualizado de su hábitat, convertido en una atracción para ganar dinero. Aquella imagen quedó grabada en mi retina y, aunque desde entonces he visitado Marruecos en otras ocasiones, fue este encuentro el que determinó que el objetivo principal de este nuevo viaje fuera observar y documentar la compleja coexistencia entre humanos y animales, encarnada en el macaco de Berbería.
AUTOR:
Carlos Molina Iserte (cmolinaiserte@gmail.com), naturalista y fotógrafo de naturaleza, participa en proyectos de conservación y divulgación ambiental. En abril de 2025 viajó a Marruecos para documentar la coexistencia entre humanos y macacos de Berbería.