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Dos factores decisivos para el éxito y la diversidad

Gigantismo y longevidad en las coníferas

Por Alberto L. Teixido e Isabel Olmos-Lázaro

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Gigantismo y longevidad en las coníferas
Dentro de la diversidad vegetal, algunos grupos han adquirido estrategias adaptativas que les confieren mayores tasas de crecimiento y persistencia. En concreto, los escenarios climáticos del pasado permitieron el desarrollo de estructuras que favorecieron el gigantismo y la longevidad en las coníferas. Incluso en la actualidad, algunas de estas especies sobreviven en zonas geográficas concretas, especialmente en California, y pueden considerarse los seres vivos más grandes y longevos de la Tierra.
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El reino vegetal abarca un amplio abanico de diversidad morfológica y funcional. Esta variedad incluye desde formas microscópicas, imperceptibles a la vista, hasta seres colosales de decenas de metros y toneladas de peso; y desde grupos de vida efímera, hasta especies de persistencia milenaria. Los dos grandes grupos de plantas con semillas (espermatófitos), las angiospermas y las gimnospermas, han resultado claramente exitosos en la adaptación vegetal y están prácticamente presentes en todos los biomas terrestres. En ambos grupos existen ejemplares extraordinarios debido a su vigor o extrema edad. Como ejemplo, podemos citar a los baobabs africanos o a muchos árboles de los bosques tropicales. Pero, por encima de todo, destacan ciertas especies de gimnospermas, como el ginkgo o el tejo, y algunas coníferas gigantes cuya edad se cifra en varios miles de años: abetos, pinos, cedros y secuoyas.

Al grupo de las coníferas pertenecen las tres cuartas partes de las gimnospermas actuales, presentes tanto en climas fríos como templados (1), e incluye los ejemplos más representativos de gigantismo y longevidad en el mundo vegetal, con especies de una enorme capacidad de crecimiento y supervivencia. De hecho, los árboles más altos, más grandes y más viejos de la Tierra son coníferas. La estabilidad climática del Mesozoico favoreció su adaptación a un ambiente constante, sin cambios, y aún en la actualidad constituyen especies de carácter relicto en zonas concretas del planeta (1, 2).
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