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Inflación por las nubes

Salvador Herrando Pérez

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Pantera nebulosa (Neofelis diardi) fotografiado en la selva de Sabangau, en Borneo  (Foto: Susan Cheyne / Sabangau Felid Project)
Pantera nebulosa (Neofelis diardi) fotografiado en la selva de Sabangau, en Borneo (Foto: Susan Cheyne / Sabangau Felid Project)
La taxonomía utiliza rigurosas normas de nomenclatura para clasificar a los seres vivos, de manera que cada especie pueda reconocerse con un “nombre” y un “apellido”. Pero, paradójicamente, la revisión taxonómica de algunos grupos está favoreciendo la descripción de nuevas especies nominales entre taxones cada vez más cercanos a la extinción.

En educación secundaria, mis compañeros asociaban la asignatura de Biología con los impronunciables nombres en latín que sirven para designar a los seres vivos: Canis lupus, reza el carné de identidad biológica de nuestro mejor amigo. Cuando el monje sueco Karl von Linneo propuso esa nomenclatura binomial no podía imaginar que, doscientos años después, su terminología dictaría el destino de los presupuestos nacionales y transnacionales para la conservación de especies. La nomenclatura taxonómica permite clasificar especies en grupos de iguales (diatomeas, amanitas, poliquetos, lacértidos) y calcular una cifra indispensable en materia de conservación: cuántas especies viven en un lugar. Tradicionalmente, los taxónomos describían especies a partir de sus rasgos morfológicos y el mayor consenso residía en que dos individuos de especies distintas no podían reproducirse entre sí. Con una gran objeción: si, pongamos por caso, dos poblaciones de leopardos aisladas por la aparición de un mar hace miles de años entraran hoy en contacto, ¿podría su cruce dar descendencia fértil y, de esta manera, permitir la separación de dos especies? Las tres últimas décadas han sido prolíficas en estudios genéticos y, junto con la modernización de las políticas ambientales, han aportado criterios alternativos para diferenciar especies, poblaciones e individuos. Los expertos han creado un variado léxico para designar unidades de explotación o conservación e incluso categorías taxonómicas como la de subespecie, por ejemplo: Canis lupus dingo para designar al perro salvaje australiano.
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