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Abrazos, los justos

Abrazos, los justos
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
¿Cómo dominarías, sin utilizar las manos, un alimento que se mueve? Las serpientes han resuelto este dilema evolutivo mediante veneno y estrangulamiento. La revista Biology Letters ha publicado la primera evidencia de que las boas constrictoras modulan sus abrazos mortíferos de acuerdo al latido del corazón de sus presas.

Salvador Herrando Pérez
salvador.herrando-perez@adelaide.edu.au
El comportamiento
La boa constrictora (Boa constrictor) es un ofidio carente de veneno que vive en los bosques tropicales de América central y meridional. Con una longitud de hasta 4 metros y un peso máximo de 45 kilos, estas serpientes depredan sobre mamíferos, aves y lagartos, a menudo de gran tamaño. Para capturarlos, los muerden bruscamente y mantienen el mordisco con la ayuda de una hilera de dientecillos ganchudos en el borde de ambas mandíbulas. Al mismo tiempo, el musculoso cuerpo de la boa se enrolla con firmeza en dos o más vueltas alrededor del tórax y el abdomen de su presa hasta matarla por constricción (1).

La empresa requiere considerable energía y expone el vientre de la serpiente a zarpas y dientes de animales al borde de la muerte. Por lo tanto, las boas deben dosificar el esfuerzo de estrangulamiento sin sufrir daños y, para ello, han de fijarse en alguna constante vital de la presa que indique la cercanía de su muerte.

El experimento
El investigador estadounidense Scott Boback (2) estudió la constricción en 16 boas, 9 de ellas capturadas en Crawl Cay (Belice) y las 7 restantes nacidas en cautividad a partir de las primeras. Las boas medían entre 1 y 1’5 metros de longitud y tenían un peso medio de 1’5 kilos. Tras catorce días de ayuno, a cada boa se le dio una rata recién muerta con dos implantes internos. Uno de los implantes consistía en dos almohadillas llenas de agua, fijas a las cavidades abdominal y torácica del roedor, conectadas con un medidor de presión a través de un tubo. El otro implante era una tercera almohadilla junto al corazón de la rata, también cableada hasta una bomba hidráulica programada para bombear 0’85 mililitros de agua en pulsos de 195 ciclos por minuto, simulando el corazón del mamífero.

Un estudio piloto confirmó que las boas apretaban a sus presas durante un máximo de veinte minutos. Así, Boback midió la duración y presión de los abrazos de cada boa expuesta a tres sesiones de depredación de veinte minutos. En la primera sesión el corazón artificial no bombeaba; en la segunda bombeaba diez minutos y luego se paraba; en la tercera bombeaba durante los veinte minutos.

Pie de foto: Una boa constrictora (Boa constrictor) nacida en cautividad estrangula a una rata con implantes internos para simular el corazón de la presa y cuantificar la presión que ejerce el depredador (foto: Scott Boback).
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