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Paz para las aves del Chocó

Tororoí gigante o gralaria gigante (Grallaria gigantea), una de las aves más tímidas y difíciles de observar en los bosques del Chocó ecuatoriano (foto: Luis Die).
Tororoí gigante o gralaria gigante (Grallaria gigantea), una de las aves más tímidas y difíciles de observar en los bosques del Chocó ecuatoriano (foto: Luis Die).
viernes 29 de mayo de 2020, 16:58h

La historia de Ángel Paz es la de un hombre que, desde el Chocó ecuatoriano, inició un nuevo camino para la conservación de los bosques tropicales a través del turismo ornitológico.

Por Luis Die y Jesús Cobo

Son las 6 de la mañana. Apenas ha empezado a clarear y ya estamos descendiendo por unos senderos empinados y resbaladizos. A nuestro alrededor, el denso bosque nuboso del Chocó ecuatoriano nos impide ver más allá de unos pocos metros fuera del camino. Los árboles, apretados y cuajados de bromelias, helechos y orquídeas parecen diseñados para ocultar el origen de los sonidos que emanan del bosque. Nuestro guía es Ángel Paz, un jovial campesino ecuatoriano, dueño de la reserva Paz de las Aves, situada a 2.000 metros de altitud.

Junto a otros aficionados a las aves, seguimos a Ángel y a su hermano Rodrigo hasta llegar al fondo de una vaguada. Entonces Ángel inicia su extraordinario espectáculo. Llama a ¡María, María, María! mientras lanza en el sendero pedacitos de lombriz recién cortados. Antes de esto ya nos ha dado instrucciones para no asustar a nuestro objetivo: nada de flash, silencio y no moverse mucho. Mientras prosigue con su particular reclamo, Ángel nos va anticipando por donde puede aparecer el ave. Después de unos minutos Ángel susurra Ahí viene… silencio. Los más de quince ornitólogos nos esforzamos por ver a través de una penumbra que la tenue luz del amanecer apenas logra penetrar. Nervios. Pero, de pronto, de la nada aparece María, una de las aves más raras, tímidas y espectaculares de este Ecuador megadiverso. María es una hembra de tororoí o gralaria gigante (Grallaria gigantea), un ave mítica del bosque nublado y muy difícil de ver, a pesar de su considerable tamaño. La gralaria se aproxima a Ángel mientras éste sigue llamándola por su nombre y lanzándole pedacitos de lombriz. ¡Es increíble! Erguida, con una cola casi invisible, está a sólo unos pocos metros de un numeroso grupo de aficionados, que no terminamos de creer lo que estamos viendo: ¡una de las especies más difíciles de observar! Mientras el tororoí continúa indiferente a nuestra presencia, entre los visitantes se escuchan susurros de alegría, admiración e incredulidad por tener el privilegio de encontrarse ante esta especie.

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