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El paciente cantarillo

:Las flores del cantarillo (Abutilon theophrasti), que surgen al aumentar las horas de luz diurna, dan lugar a unos bellos frutos que permanecerán en la planta hasta la llegada de los primeros fríos.
:Las flores del cantarillo (Abutilon theophrasti), que surgen al aumentar las horas de luz diurna, dan lugar a unos bellos frutos que permanecerán en la planta hasta la llegada de los primeros fríos.
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:53h
Hierba exótica cada vez más habitual, todo parece indicar que el cantarillo se encuentra inmerso en un claro proceso de expansión que cubre muchas regiones del planeta. La versatilidad de esta planta, así como su resistencia y capacidad para esperar tiempos mejores, le confiere importantes ventajas frente a otras especies con las que convive.

J. Ramón Gómez
ramongomez@herbanova.es

EL YUTE DE CHINA, malvavisco de la India o cantarillo (Abutilon theophrasti) surge espontáneamente desde finales de la primavera embelleciendo campos, bordes de caminos, orillas de cursos de agua y cultivos de regadío. Evidentemente, en esta última localización no suele ser bien recibido, ya que compite con las plantas cultivadas. También es fácil encontrarlo en algún que otro jardín particular, donde sus semillas suelen colarse como polizones a bordo de mantillos y abonos orgánicos. La verdad es que bien merecería ocupar un lugar destacado en estos jardines, pues tanto sus flores como sus curiosos frutos tienen un indudable valor ornamental. Y todo ello a pesar de su origen exótico, pues el cantarillo procede del continente asiático.

Planta resistente y adaptable, ha logrado naturalizarse en buena parte de las regiones templadas de todos los continentes. Pero, a diferencia de otras especies, hace siglos que comenzó su conquista de nuevos territorios. Hacia el año 1700 fue citada en América del Norte, donde actualmente se considera invasora de los cultivos en el Este y el Medio Oeste de Estados Unidos. En España se encuentra repartida por la mayor parte de sus regiones, con especial abundancia en Cataluña, donde sigue una clara tendencia expansiva (1). El testimonio más antiguo de ejemplares naturalizados en nuestro país se remonta a 1930, si bien Quer ya la menciona como cultivada a mediados del siglo XVIII, cuando era valorada por sus virtudes medicinales (2). Oculta entre las semillas de maíz, algodón, patata y girasol, ha sido importada y distribuida por todo el mundo.

Sin embargo, la gran capacidad de adaptación del cantarillo le ha granjeado algún que otro enemigo, ya que los agricultores la consideran una hierba perjudicial, responsable de acarrear mermas de hasta un 34% en el rendimiento de sus cultivos. De hecho, desde mediados del siglo XX se han gastado millones de euros para tratar de controlar su expansión. Lo cierto es que se trata de una dura competidora por el agua y los nutrientes, indiferente a la naturaleza del sustrato. Sólo la altitud limita su distribución, ya que no se encuentra por encima de los 1.000 metros. Prefiere establecerse en lugares soleados y de terreno fértil, aunque puede soportar situaciones menos favorables que, no obstante, limitan su desarrollo.

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