Pasear por el monte de El Pardo, cerca de la ciudad de Madrid, siempre ofrece encuentros llamativos: jabalíes, ginetas, milanos, orquídeas gigantes y abejeras… Pero nadie espera cruzarse con señales del mayor roedor europeo.
Por Mario Mairal, Sonia Molino e Ignacio Cancela
Sin embargo, a principios del pasado mes de abril, a orillas del río Manzanares, empezaron a aparecer indicios inconfundibles: ramas roídas, troncos con marcas de incisivos y caminos abiertos entre la vegetación ribereña. Todo apuntaba a la presencia del castor europeo (Castor fiber), una especie que lleva siglos desaparecida de la Península Ibérica, aunque ha sido reintroducida de forma ilegal en tiempos recientes.
La sorpresa no es menor, desde luego. Se trata del primer indicio documentado en la Comunidad de Madrid y además en un entorno periurbano, muy próximo a zonas transitadas. En concreto, el tramo se sitúa entre las localidades de Mingorrubio y El Pardo, en plena Senda Fluvial, un recorrido muy frecuentado por ciclistas y caminantes, a menudo acompañados de sus perros.
Durante los últimos años el castor ha sido detectado en las cuencas de los ríos Ebro y Duero, también más recientemente en las del Guadalquivir y el Tajo. Pero su aparición en el Manzanares plantea muchas preguntas. ¿Ha recorrido realmente más de cien kilómetros río arriba atravesando zonas urbanizadas? ¿O estamos ante una nueva suelta no oficial, como ya se ha propuesto para otras regiones? Mientras intentamos conseguir evidencias a través de avistamientos y fototrampeo, la presencia de esta especie despierta interés y debate, ya que es bien conocida su capacidad para transformar la estructura de las riberas. Seguiremos atentos al rastro del castor madrileño.
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