Toda mi vida he soñado con encontrarme ante un devorador de hombres y esto, final e inesperadamente, se ha cumplido en los bosques de la India. El tigre era sospechoso de haber matado a un pastor y devorarlo parcialmente, y yo lo tenía delante, echado regiamente en uno de los caminos que surcan el Parque Nacional de Ranthambore.
Por José Carlos de la Fuente
Pero quizá deba empezar por el final, como en todas las historias realmente interesantes. Esto nos sitúa en el invierno de 2025, mientras me encuentro guiando a un grupo de viajeros por los senderos del tigre, en la India. Una vez pasado el bullicio de la puerta principal del Parque Nacional de Ranthambore, tomamos la carretera que lleva, por un lado, al fuerte y al templo Trinetra Ganesh, el segundo más importante dedicado a este dios de toda la India, y, por el otro, a las puertas a las primeras cinco zonas de las diez en las que pueden hacerse safaris.
Remontamos el barranco labrado por un río y llegamos al paso por una de las puertas de la antigua muralla, donde suelen observarse mangostas rojas. Uno de los naturalistas con los que trabajé aquí me comentó que, si veía a las mangostas a la derecha, eso era señal de que el safari tendría tigre. Por el contrario, si aparecían por los roquedos de la izquierda, bueno, mejor encomendarse a Ganesh, que es el dios hindú que elimina los obstáculos que los fieles encuentran en su día a día. Esta mañana, justo a la derecha del antiguo pórtico, un gran ovillo de pelo gris gira como loco por entre las rocas: son tres mangostas enredadas en alguna disputa que sólo ellas entienden. La benévola deidad con cabeza de elefante está trabajando de oficio para nosotros.
Sin darnos tiempo a procesar la primera observación interesante, Pankesh, el veterano guía local, descubre huellas de tigre y me las muestra: un gato ha bajado por la carretera esta noche, en sentido opuesto al nuestro. Es un poco desalentador buscar un tigre y tener que alejarse de su rastro; pero, al menos, las huellas son indicio de actividad reciente. Cuando llegamos al lugar donde confluyen las puertas a las diferentes zonas, Pankesh baja del camión y cumple el trámite rápidamente, porque sabe que tenemos muy buenas oportunidades de avistar al tigre esta mañana. Entramos por la puerta que da acceso a las zonas 4 y 5, por cuya pista común sale el rastro del tigre. Nos adentramos en el bosque por un camino que sigue el cauce de un riachuelo. Nuestro guía rastrea de pie desde la plataforma abierta del camión, perfectamente coordinado con Hanuman, el conductor. No sólo mira al suelo, porque en la India el rastreo acústico es tan importante como seguir las huellas. Hay que estar atento a cómo suena la jungla, porque los gritos de alarma de las presas potenciales son determinantes para localizar a tigres y leopardos. Esta forma de rastreo es un arte que los guías con los que trabajamos dominan admirablemente: las especies chivatas principales son el langur, el ciervo sambar y el ciervo moteado. También puede alertar el pavo real, pero, según me cuentan, su llamada no es tan fiable como las de ciervos y monos.
AUTOR:
José Carlos de la Fuente Fernández es un naturalista que rastrea. Trabaja como guía para la agencia de viajes Ecowildlife Travel en Rumanía, India, Kenia y Tanzania, siempre en visitas enfocadas a la observación de fauna. Colabora con la revista Quercus desde 2013, donde ha publicado numerosos artículos y notas sobre fauna salvaje, a menudo vista a través del rastreo. Es autor de los libros Lobos, linces y osos. Los grandes carnívoros ibéricos a través de sus rastros y Coexistencia. Un viaje por las relaciones entre carnívoros y humanos. Actualmente trabaja en un nuevo libro sobre rastreo de fauna.
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