Al escuchar su nombre, uno imagina a un ave rompiendo huesos para acceder a su médula. Pero, en realidad, alude a su dieta puramente osteófaga. Desde la prehistoria, el quebrantahuesos ha visitado y ocupado cavidades estacionalmente utilizadas por grupos humanos. Por otra parte, recientes estudios arqueológicos revelan la presencia de restos humanos acumulados por depredadores en diferentes cuevas y abrigos rocosos a lo largo del Paleolítico. Una evidencia de que humanos, carnívoros y quebrantahuesos han vivido en simpatría desde hace milenios.
Por Ana B. Marín-Arroyo, Sergio Couto y Antoni Margalida
En las dos últimas décadas, los avances en el reconocimiento de los agentes biológicos que han contribuido a acumular restos de herbívoros en yacimientos arqueológicos han puesto al descubierto nuevos protagonistas más allá de los humanos. Gracias a la tafonomía, la disciplina que permite reconocer todo aquello que ha ocurrido desde que un animal muere hasta que es desenterrado, los arqueozoólogos logran identificar el origen de una acumulación de fauna y deducir si es el resultado de actividad humana o no. Tras identificar la parte ósea y definir a qué especie pertenece, la clave se encuentra en el tipo de fractura o en las modificaciones que ha sufrido su superficie.
En ocasiones, el esqueleto de algunas presas potenciales se encuentra allí debido a causas naturales, por ejemplo, debido a la muerte del propio animal durante la hibernación. Cuando las acumulaciones no son causadas por humanos, en la mayoría de los casos serán responsabilidad de las presas aportadas por carnívoros a sus guaridas o cubiles. Cuando hablamos del Paleolítico, los patrones de comportamiento de hienas, panteras o leones dejan claro qué tipo de presas preferían cazar, así como su edad y sexo. También pueden estudiarse las marcas dejadas por los dientes o por el paso de los huesos a través del tracto digestivo. Es posible identificar así el agente responsable de la acumulación: humano o carnívoro.
AUTORES:
Ana B. Marín Arroyo es catedrática de Prehistoria en la Universidad de Cantabria, donde lidera el grupo EvoAdapta. Investiga sobre la relación entre la fauna y los grupos humanos, con especial énfasis en la formación de los yacimientos arqueológicos.
Sergio Couto González es biólogo y trabaja en el Laboratorio de Arqueología Biocultural de la Universidad de Granada. Trabajó en los primeros seis años del proyecto de reintroducción del quebrantahuesos en Andalucía, donde nació su idea de localizar nidos históricos de esta especie.
Antoni Margalida Vaca es doctor en Ciencias por la Universidad de Berna (Suiza) e investiga en el Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), donde se interesa por los vertebrados amenazados, en especial por las aves carroñeras.
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Ana B. Marín
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