En un artículo publicado hace ya diez años en esta misma revista relatábamos la historia del gall de canyar, como se conoce al calamón (Porphyrio porphyrio) en la Albufera, de cómo se extinguió y cómo volvió tras ser reintroducido en la Comunidad Valenciana (1). Pretendíamos trasladar a los lectores la sorpresa que supuso para nosotros descubrir lo frecuente que era esta especie en mosaicos y frescos romanos de Portugal, Italia y Túnez, a menudo en un contexto que sugería su carácter de ave doméstica o decorativa. Buceando en la historia comprobamos que esas antiguas representaciones eran seguidas por relatos en la España de los siglos XVII al XIX (2, 3) donde se apreciaba el tránsito desde la domesticidad a la vida silvestre, culminado en el siglo XX cuando el ave se asilvestra por completo, se rarifica y entra en la categoría de especie amenazada en toda Europa.
Esta catalogación fue la que justificó los programas de reintroducción que se iniciaron a finales del siglo pasado, tanto en nuestro país como en Portugal e Italia. Los calamones liberados en estos últimos países fueron criados en cautividad en el Centro de Recuperación de Fauna de “La Granja” (Valencia, Generalitat Valenciana) a partir de ejemplares procedentes de las marismas del Guadalquivir, humedal que en aquellos años conservaba, junto con Cerdeña, una de las dos últimas poblaciones salvajes de Europa. Aquel artículo terminaba con una pregunta: ¿pudo ser el calamón una especie introducida por el hombre en ciertas zonas de la región mediterránea? Viendo que no encontraba una adecuada respuesta científica, nos animamos a indagar más en el asunto, viajando por el tiempo y el espacio, para descubrir nuevas pistas, algunas sorprendentes, que nos han llevado a plantearnos muchas más preguntas.
Este contenido es un resumen / anticipo de una información cuyo texto completo se publica en la revista Quercus, tanto en su versión impresa como digital.